Capítulo 11
Origen de la bomba atómica

Albert Einstein alertó a Estados Unidos de la cercanía de la era atómica.

La Segunda Guerra Mundial todavía no comenzaba, pero ya había quienes podían vislumbrar cuál sería su final. El 2 de agosto de 1939, un mes antes de que Gran Bretaña y Francia le declararan la Guerra a Alemania, el científico de ese país Albert Einstein envió una carta al Presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt alertándolo del seguro rumbo que tomaría el orden mundial.

Fue un texto del cual, años después, el Premio Nobel de Física se arrepentiría de haber redactado. En la historia quedó marcado su nombre como el que previó – y hasta quizás incentivó- a Estados Unidos a desarrollar la bomba que puso fin al conflicto mundial y que tuvo, y sigue teniendo, al mundo en una tensión constante.

Fue Einstein quien aseguró a Roosevelt que ya era posible, en 1939, "el iniciar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, por medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y grandes cantidades de nuevos elementos parecidos al uranio (…) Este nuevo fenómeno podría ser utilizado para la construcción de bombas, y es concebible -pienso que inevitable- que pueden ser construidas bombas de un nuevo tipo extremadamente poderosas".

No falló Einstein en su pronóstico. Cinco años después dos de esas bombas azotarían las ciudades de Hiroshima y Nagasaky, obligando a la rendición de Japón y a la victoria estadounidense en la Segunda Guerra.

Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica.

Manhattan

La respuesta de agradecimiento de Roosevelt llegó meses después de comenzada la Guerra, pero el verdadero motivo para lanzar el desarrollo estadounidense de una bomba atómica, se produjo recién en 1941, cuando la mañana del 7 de diciembre una flota japonesa destruyó la base naval norteamericana en Pearl Harbour.

Estados Unidos entró a la guerra con dos ideas en mente: derrotar a Alemania y Japón y además adelantarse en la carrera nuclear, ante el temor que otras naciones, especialmente el imperio nazi, tuviera los mismos planes.

Y para eso la potencia americana debió conformar dos ejércitos. Uno con uniforme de camuflaje que peleara en Europa y el Pacífico, y otro con "delantal blanco y guantes" para que desarrollara el denominado "Proyecto Manhattan".

Bajo la dirección del general Leslie Groves, un grupo de unas cien mil personas – entre ellos cinco mil de los mejores científicos, técnicos e ingenieros- comenzó en 1942 a trabajar en la planta Los Álamos, en Nuevo México. Estados Unidos y Gran Bretaña (aliados en el proyecto) invirtieron cientos de millones de dólares – se habla de unos US$ 20 mil millones actuales- en la construcción de una verdadera ciudad, que trabajaba en conjunto con otra planta en Tennessee, un laboratorio en la Universidad de Columbia y otras instalaciones en Oak Ridge y Hanford.

Efecto implosión

El gran hombre a cargo del desarrollo de la bomba era el científico estadounidense Robert J. Oppenheimer. Él y sólo un grupo reducido de expertos sabían cuál era el fin último del "Proyecto Manhattan". Uno de ellos, el danés Niels Bohr (Premio Nobel 1922), era reticente a sumarse a esta histórica campaña.

El 16 de septiembre de 1941, había recibido en su hogar en Copenhague la extraña visita de su discípulo y amigo Werner Karl Heisenberg (Premio Nobel 1932), quien estaba a cargo del proyecto alemán de construcción de una bomba atómica.

"Little Boy", la bomba que creó Oppenheimer y que destruiría Hiroshima.

¿Qué motivó la visita? ¿Qué conversaron? No hay claridad histórica al respecto. El alemán pudo haber buscado el apoyo de su maestro en su trabajo para Adolf Hitler o bien sólo expresarle su intención de trabajar en la energía nuclear sin que eso significara el desarrollo de un arma de destrucción.

Bohr parecía no estar de acuerdo con el uso de tecnología para fines militares, pero de todas formas viajaría luego a Estados Unidos a revisar parte del trabajo de Oppenheimer, motivado por el miedo a que la bomba alemana ya hubiese sido creada, lo que nunca aconteció.

Y en territorio americano las cosas estaban más que avanzadas cuando llegó Bohr. Oppenheimer y los demás científicos trabajaban con Uranio y Plutonio, descubriendo el poder de cada elemento.

La fisión nuclear que descubrieron Otto Hahn, Fritz Strassmann y Lise Meitner en 1938 demostraba que al bombardear átomos de uranio enriquecido (U235) el núcleo se dividía en otros núcleos, los que a su vez continuaban una reacción en cadena que liberaba una gran cantidad de energía.

En el diseño de Oppenheimer, se separó en dos el material radioactivo con una masa inferior a la crítica, es decir, menos de la necesaria para generar una reacción en cadena espontánea. En términos simples, dos cargas convencionales mueven el material radioactivo a chocar entre sí, generando una masa superior a la crítica, generándose con ello la reacción nuclear. Al sistema se le denomina implosión.

El hongo atómico de "Trinity".

El estallido genera efectos en círculos concéntricos a partir del centro. Dependiendo del tamaño de la bomba es la cantidad de kilómetros que se extiende el daño.

En el círculo interno la destrucción es total, con niveles de radiación y calor capaces de fundir la arcilla. En el círculo intermedio, la principal causa de destrucción es la onda de choque que produce la bomba con vientos huracanados de alta velocidad.

Y en el círculo exterior, los mayores daños son producidos por la radiación y los incendios y quemaduras por las ondas de calor. Una bomba con el poder de destrucción de miles.

Trinity, el primer estallido

La hora de ver concretados los frutos del trabajo científico llegó recién en 1945, cuando la Guerra ya había terminado en Europa.

La prueba se conoció con el nombre clave de "Trinity" y se ejecutó en el desierto de Nuevo México. Era el 16 de julio de 1945 y los máximos científicos del Proyecto Manhattan se encontraban reunidos para presenciar el primer destello de la era atómica.

El artefacto "Gadget", mismo modelo que se usaría luego en Nagasaki, hizo implosión a las 05:59:45 de la mañana sobre una torre de acero de 30 metros. En seis milésimas de segundo, el diámetro de la nube era mayor a 100 metros. Creció a una altitud de 12 mil metros.

La radiación evaporó la torre de acero y destruyó edificios a kilómetros de distancia. Incluso se reportó el daño en cristales a 200 kilómetros del punto cero. La prueba, en términos militares, fue un rotundo éxito. Estados Unidos estaba listo.

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