Capítulo 2
La guerra rápida

También denominada "guerra rápida", Blitzkrieg fue el nombre con que se conoció a la estrategia de ataque alemana basada en el uso de maquinaria pesada, principalmente tanques y mucho apoyo aéreo.

El Ejército nazi comenzó su invasión a Polonia el 1 de septiembre de 1939 y no tuvo mayores inconvenientes en apoderarse de ese país. Ni Francia ni Inglaterra entregaron a Varsovia el apoyo que habían prometido en caso de un ataque alemán.

Tanques alemanes desfilando por la puerta de Stragoburgo en Berlín.

Al avance nazi por el oeste, se sumó la invasión soviética por el Este, que comenzó dos semanas después. Sin embargo, Londres y París no le declararon la guerra a Moscú, como sí hicieron con Berlín.

Eso facilitó el avance del Ejército Rojo - mucho mayor en número que el alemán- que además se apoderó rápidamente de Finlandia, Estonia y Letonia. Los nazis tomaron también Lituania, conquistando, ambos países, casi toda Europa del Este.

Los enfrentamientos que se registraron a fines de 1939 se suspendieron durante el invierno boreal. No fue sino hasta abril de 1940 cuando se reinició la guerra.

En ese período de "paz" Alemania buscó una salida política al conflicto. Hitler prometía no atacar Londres si la Europa occidental aceptaba el avance alemán en el Este.

Ante la negativa inglesa, y en una acción que demostraba su inteligencia en la planificación, Hitler decidió la invasión de Noruega y Dinamarca, con lo que controlaba el suministro de hierro al resto de Europa.

La revancha

Padividad Aliada

Durante esta etapa inicial de la Segunda Guerra Mundial, los países que luego conformarían el bloque aliado, Gran Bretaña y Francia, demostraron una pasividad asombrosa ante el avance alemán. Para siempre quedará en el plano de la especulación si Francia o Inglaterra podrían haber evitado desde un comienzo que la Guerra se extendiera, como finalmente sucedió.

Pero la expansión del imperio alemán no se detuvo. Hitler atacó Bélgica, Holanda y Luxemburgo, antes de descargar todo su poderío sobre París, el 14 de mayo de 1940.

Como vicepresidente de Francia, Henri Philippe Petain fue clave para que París capitulara rápidamente ante Alemania. La llegada de los nazis a ese país significó que se estableciera la denominada República de Vichy.

Alemania cumplía ahora el papel de vengador, que tanto le acomodaba a Hitler. El 22 de junio de 1940, en bosque de Compiégne, y sobre el mismo vagón de tren donde 22 años antes Alemania reconociera su derrota en la Primera Guerra Mundial, Francia firmó el armisticio franco-alemán, pacto con el cual París resignaba la mitad norte del país - la más rica, poblada e industrializada- y toda la costa atlántica hasta el límite con España.

No sólo eso. Tal como lo había establecido Versalles contra Alemania, ahora Francia debió reducir su Ejército a no más de cien mil hombres, desmovilizar su flota de guerra y aceptar la instalación de un gobierno liderado por Petain, pero que en definitiva era manipulado por Hitler.

Aprovechando el gran momento de Alemania, la Italia de Benito Mussolini, fiel aliado de Hitler durante el conflicto, dijo presente y declaró la guerra a la ya vencida Francia. París se vio en la obligación de firmar un nuevo armisticio. Petain sostenía que las condiciones eran duras, pero que el honor francés estaba a salvo. Desde Londres comenzó a surgir la figura de Charles de Gaulle.

El fin de la primera etapa de la Segunda Guerra Mundial lo marcó la Batalla de Gran Bretaña o "León Marino", entre julio y septiembre de 1940.

Bombardeo alemán sobre Londres.

Hitler, ya con media Europa conquistada, mantuvo su estrategia de llegar a un acuerdo político con Inglaterra, con la pretensión de quedar con la puerta abierta para iniciar su avance sobre la Unión Soviética y, por otra parte, evitar verse involucrado en una guerra mundial (hasta ese entonces el conflicto se restringía a Europa) para la cual no estaba aún preparado.

Sin embargo, el imperio inglés comandado por el recién asumido Premier Winston Churchill se negó tajantemente a cederle la mitad del continente a la potencia alemana y estaba dispuesto a enfrentar donde fuera al Ejército nazi.

Ante este inconveniente en sus planes, Hitler ordenó la operación "León Marino". Pero la imposibilidad de movilizar con rapidez a las fuerzas navales necesarias para el ataque, obligó a los mandos alemanes a optar por realizar ataques con la Luftwaffe, la Fuerza Aérea alemana, a pesar del poderío de las naves inglesas de la Royal Air Force, RAF.

El 13 de agosto de 1940 se inició la batalla aérea en el denominado Día del Águila (Adlertag, según los alemanes). Sin embargo, la RAF, gracias a sus potentes radares, controló sin mayores inconvenientes los ataques nazis sobre puntos militares.

El desgaste de sus fuerzas motivó a Hitler a ordenar, entonces, el bombardeo a ciudades y blancos civiles, luego de que un grupo de cazas nazi atacara un crucero inglés en Londres, el 24 de agosto. La respuesta de la RAF fue bombardear Berlín.

Ya en septiembre, Birmingham, Southampton, Bristol, Plymouth, Liverpool y Londres recibieron durísimos ataques. A pesar de todo, la defensa inglesa era férrea y el desgaste alemán era cada vez mayor. Pese a los esfuerzos desplegados, Hitler dejó la Batalla de Gran Bretaña en un segundo plano y comenzó a concentrarse en lo que sería la invasión nazi a la Unión Soviética.

Alemania no pudo derrotar a Inglaterra, lo que de paso demostró, por primera vez, que el Ejército nazi no era invencible. El esfuerzo inglés motivó la célebre frase de Churchill: "Nunca en el campo de los conflictos humanos, tantos debieron tanto a tan pocos". Otra, pronunciada poco después de asumir como Premier, recobró mucho mayor valor tras la batalla: "Estamos seguros de que, al final, todo saldrá bien".

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