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EL
CONFUSO HORÓSCOPO DE "PETER GRIMES" Por Juan Antonio Muñoz H. ‘‘Pensar en (George) Crabbe es pensar en Inglaterra’’ escribió E. M. Foster en la revista ‘‘The listener’’ (1941). El artículo se refería al poeta del siglo XVIII que vivió en Aldeburgh, en la costa de Suffolk. El mismo sitio donde Benjamin Britten creció. La obra comentada era ‘‘The borough’’, la aldea, el pueblo, el municipio. Con esto en las manos, a Britten lo invadió una nostalgia infinita por Inglaterra. Así, tomó la determinación de regresar a su país y escribir una ópera sobre uno de los personajes del poema: Peter Grimes. ‘‘De repente me di cuenta de dónde pertenecía y qué me faltaba’’, escribió.
Tras llegar a Inglaterra, Britten tuvo que comparecer ante un tribunal para defender su objeción de conciencia a participar en la guerra. Resuelto esto, puso toda su energía en ‘‘Peter Grimes’’, primero moldeando el personaje junto al escritor de izquierda Montagu Slater, quien firma el libreto. Proceso a Britten al inicio de la composición de ‘‘Peter Grimes’’. Proceso a Grimes en el prólogo de la ópera. ‘‘Los cargos que no han sido hechos en la corte me serán adjudicados’’, alega Grimes. ‘‘La verdad, la piedad y la verdad’’. Ellen Orford, la profesora viuda, le tiende una mano y él le advierte: ‘‘También usted compartirá el nombre del criminal’’. ‘‘Aquí tiene un amigo’’ cantan ambos al unísono. La orquesta calla en esta escena: la musicalidad aquí proviene del texto. El estreno de ‘‘Peter Grimes’’ fue en la sede londinense de la Sadler’s Wells Opera, el 7 de junio de 1945, y un año más tarde, en 1946, tuvo lugar la creación del English Opera Group, que se dedicaría a títulos especiales no contemplados en las temporadas internacionales de Covent Garden y con el que Britten viajaría por todo el Reino llegando hasta a actuar en Japón.
‘‘Al escribir Peter Grimes yo quería expresar mi conocimiento de la lucha perpetua de los hombres y mujeres cuya subsistencia depende del mar’’, escribió Britten. Late en su ópera un respeto amoroso por el idioma y por el espíritu de las gentes simples de Gran Bretaña, animado por el clima de la costa y las islas. La alegría de la participación comunitaria en el trabajo y la fiesta, la evocación de leyendas, el imperio del alcohol, la nostalgia, la niebla y la tragedia son fibras de un tejido popular enjundioso e inteligente que luce en las miles de páginas escritas. En Grimes reina el mar. No podemos decir que sea éste el protagonista y no Grimes, pero el inmenso mar es un reflejo de su personalidad. Es la materia sin conciencia, ambigua e inescrutable. Sin culpa. Hay seis interludios en medio de la acción escénica; cuatro de ellos son ‘‘de mar’’. Un mar brumoso que, si bien permite el sustento de una aldea de pescadores, también les provoca las mayores tristezas: las calles se inundan, pierden todo lo que tienen, sus bienes, sus hijos, sus maridos. Los ‘‘buenos ciudadanos’’ no quisieran tener mucho que ver con este temible e incontrolable portento. En cambio, Grimes se esmera y quiere trabajar incluso en los días de descanso, haya tormenta o esté calmo el día. Amor y muerte Tras su amistad con el poeta W. H. Auden, Britten conoció al tenor Peter Pears, ejemplo de elegancia y estilo, al que amó y con el que tuvo una afinidad espiritual y una asociación que duraría toda la vida, al punto de que no se puede entender la carrera de uno sin el otro: Britten componía cosas para Pears y Pears las cantaba. ‘‘Peter Grimes’’ es un ejemplo. Muchos de los personajes de las óperas de Britten, son outsiders. Como Britten, como Pears. Como Grimes. También, en cierto modo más amable, lo es Ellen Orford. Ellen resuelve ser la mensajera de Grimes. Ella le traerá al nuevo aprendiz, John. El coro-el pueblo comenta: ‘‘Ellen, nos das risa como en un baile, buscando muchachos para Peter Grimes’’. Ella responde con aquello de que quien esté libre ‘‘lance la primera piedra’’ y agrega ‘‘No tendré dificultad para descubrir cómo una profesora pobre, viuda y solitaria encuentra placer en ayudar a los demás’’. C.S. Lewis dice que la amistad puede ser el amor más perfecto: sentir ese amor está más allá de lazos de sangre y obligaciones económicas o eróticas. En ese sentido, Ellen ama a Peter. Es probable que ella vaya también un poco más allá. Y que Peter avance en esa misma vía. Peter ha pensado casarse con ella algún día... El asunto está en sentir ese amor y tener la capacidad para confesarlo y vivirlo. ¿La muerte? Sí. Ni amor ni muerte pueden faltar en una ópera. Pero aquí la muerte domina; ya una ocurrió antes de que la ópera comience: la del niño aprendiz de Grimes. Pero dos más vendrán durante la acción. ¿Es la muerte un protagonista? Sí. ¿El mar es inescrutable como la muerte? Sí. ¿La pérdida de inocencia es una forma de muerte? Sí. Peter Grimes recuerda cómo fue el día aquel en que murió su aprendiz. Es lo que él cree recordar al menos: ‘‘Entonces el mar levantó la tempestad sobre la borda, y el silencioso reproche del niño se volvió enfermedad. ¡Luego a casa sobre redes de pesca, solo, solo, solo, con un niño muerto’’. El demonio
‘‘¿Quién puede descubrir en la tormenta o la luz de las estrellas el personaje escrito de un destino amigable? Mientras el cielo gira, el mundo nos hace cambiar. Pero si el horóscopo es confuso como el alboroto de un banco de arenques, ¿quién puede girar los cielos y recomenzar?’’. Grimes es un ‘‘antihéroe’’ que tiene un precursor: ‘‘Woyzeck’’ de Büchner / Berg. Ambos son víctimas de la sociedad, pero si Woyzeck se rebela y explota, Grimes aspira a no notarse y no es capaz de expresar lo que siente. Ni el amor ni el odio. También podemos ver en Grimes a un criminal escondido incluso para sí mismo. Sus ayudantes niños son golpeados y mueren. No sabemos —ni sabremos— qué hizo él con ellos. Poco importa, aunque a nosotros nos importe, la trama. Sucede que el gran tema de la ópera se encuentra en el rechazo y el terror que un ser diferente de los demás produce en las personas comunes. Pero igual podemos preguntarnos qué significa esto que dice Peter: ‘‘Cuando salí de pesca, cuando él salió de pesca, cuando el que ya sabes salió de pesca (ese ‘‘que ya sabes’’ es el niño muerto) encontramos al demonio del mar; lo llevamos con horror, lo llevamos con terror, y lo llevamos con tristeza. Salgamos de pesca!’’. ¿Qué es el demonio del mar? ¿O en el mar surge de Grimes el mismo demonio? ¿Es el demonio de Grimes el que mató a los niños? George Crabbe es muy duro: ‘‘La mente que aquí se exhibe es una que no conoce la piedad, no se ha visto atormentada por el remordimiento y la vergüenza no ha tenido que corregirla’’. Pero es otra cosa la que quiso Britten. Cuando surgió el tema, él y Pears redactaron un guión antes de consultar con otros posibles libretistas. Antes de que hubiera compuesto algo de la música, escribió que ‘‘él es sólo un sicópata sin causa, ¡sin razones ni muchos síntomas!’’. Incluso era directo en definir las muertes de los aprendices como ‘‘asesinatos’’. Hubo discusiones también con el libretista escogido, Montagu Slater, porque Britten había resuelto que su personaje fuera un paria de la sociedad y estuviera irremediablemente solo. ‘‘Las discusiones, las revisiones, las correcciones demandaron casi 18 meses’’, escribió. Ellen descubre desgarros en el abrigo del nuevo aprendiz, John. ‘‘Aparta tu mano... ¿John, qué tratas de esconder? ... Un moretón... Bueno.... ha comenzado’’. Ellen Orford sabe que es Peter el que ha comenzado otra vez. ¿Idealista o villano? Esa visión de Grimes como idealista torturado convence sólo a ratos. Tal mirada lírica Britten la alterna con una música que enerva y con vacíos de argumento, por decirlo de algún modo. Nadie sabe mucho de qué se trata ‘‘Peter Grimes’’ e incluso después de verla y seguirla libreto en mano es difícil decir qué es lo que sucede. Britten y Pears, por su situación personal como pareja, también se sintieron solos contra la multitud, apuntados con el dedo. No sólo su alejamiento de la guerra los puso en entredicho civil. En una entrevista de 1962, Britten señaló que un sentimiento recurrente para él y Pears era el del individuo contra la masa. ‘‘Experimentamos una enorme tensión. Creo que fue en parte eso lo que nos llevó a hacer de Grimes un personaje de visión y conflicto, el idealista torturado que es, más bien que el villano que fue en Crabbe’’. Los paralelos con la homosexualidad de Britten podrían servir para referirse a qué tipo de vínculos establecía Grimes con sus aprendices. Pero eso es facilismo homofóbico y no resulta suficiente. No se puede dejar de considerar tampoco la tajante preocupación de Grimes por no comprometerse con Ellen sin antes adquirir seguridad económica. ¿Es eso a lo que él aspira o acaso teme también que Ellen no sobreviva la experiencia? Peter, en medio de una ira violenta, empuja al niño adentro de la choza y le ordena que se prepare para ir a pescar aunque el mar esté embravecido. Mientras abre la puerta que da al risco, observa el mar lleno de peces y piensa en el dinero que podría ganar. Sueña en un futuro feliz con Ellen, pero luego vuelven los recuerdos perturbadores del último aprendiz. A medida que se aproxima el tambor del pueblo que avanza hacia su casa, Peter cree ver al niño muerto en la choza. Ahora se pueden oír voces. Peter culpa al nuevo aprendiz por hablar con Ellen y el niño aterrorizado empieza a sacar los utensilios por la puerta que da al risco. El menor cae. Peter va tras él. Inocencia hecha polvo ¿Cuándo fue que Britten perdió la inocencia? Hay muchas inocencias perdidas en sus óperas y no sólo a través del conocimiento del sexo. Descubrir a un niño trabajando dentro de una chimenea puede provocar la pérdida de la inocencia social (‘‘El pequeño deshollinador’’); descubrir que los muertos pueden roer la pureza de los vivos implica casi perder la inocencia absoluta (‘‘La vuelta de tuerca’’). El suicidio de Lucrecia es grave porque ella es inmaculada y bella (‘‘La violación de Lucrecia’’) y Billy es ejemplo cima del inocente incapaz de expresarse (‘‘Billy Budd’’). El alejamiento de la belleza adolescente de Tadzio sirve para que Aschenbach se despida (‘‘Muerte en Venecia’’). También Ellen pierde la inocencia. Es muy hermosa la forma en que ella lo expresa. Le han llevado un chaleco del niño desaparecido en cuyo pecho ella bordó un ancla. ‘‘Mi ancla bordada en su pecho... El bordado en la niñez era un lujo de flojera. Ahora el bordado me entrega la pista cuyos significados ignoramos. Mi mano recuerda esa vieja habilidad... Recuerdo que estaba meditando sobre las fantasías de los niños y soñé que sólo deseándolo yo podría llevar algo de seda a sus vidas. Ahora mi bordado aporta la pista. La pista cuyo significado evitamos saber’’. A pesar de la transparencia de ‘‘A Ceremony of Carols’’ y de ‘‘A Boy was Born’’; de los esfuerzos didácticos de la maravillosa ‘‘Let’s Make an Opera’’, y del ritmo marcado, rápido y fantástico de ‘‘Fancie’’, contribución de Britten para un libro de canciones para niños, pedido por Marion, condesa de Harewood, a través de gran parte de la obra dramática de Britten late la tragedia que significa ser incapaz de mantener la inocencia de la infancia. Peter Grimes no puede. Ni consigo mismo ni con los que lo rodean. Ya que otro aprendiz ha muerto, el pueblo va hasta la casa del pescador para atraparlo. Para lincharlo quizás. Balstrode y Ellen, los amigos, llegan hasta él y Balstrode le dice: ‘‘Zarpe hasta que pierda de vista la tierra. Entonces, hunda la barca. ¿Me escucha? Húndala. Adiós Peter’’. Le recomienda el suicidio. En el pueblo, al amanecer, observan cómo una barca se hunde lejos en el mar. La vida sigue su curso. |
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