En una fría mañana de enero de 2004, treinta y seis de los más prestigiosos críticos de vino en Europa, periodistas y compradores se encontraron en la capital de Alemania para catar dieciocho vinos a ciegas. Se trató de la legendaria "Cata de Berlín", un seminario que dejó una profunda huella en la historia del vino chileno.
El evento fue organizado por Eduardo Chadwick, el presidente de Viñedos Familia Chadwick -que incluye las viñas Chadwick, Seña, Errázuriz, Arboleda y Caliterra- y considerado por el consenso de la industria como el gran embajador del vino nacional de las últimas décadas y quien, hace 20 años, gestó una idea con un simple pero poderoso objetivo: ubicar a Chile en el prestigioso y reducido club de los vinos finos.
La Cata de Berlín, comenta Chadwick en conversación con
Emol, nació bajo la "frustración" de ver que los críticos no estaban reconociendo la calidad del vino chileno porque -según dice- existía un prejuicio respecto de un producto que venía de un país nuevo en el escenario vitivinícola mundial.
"Los pocos críticos que venían siempre decían que Chile era un proveedor de vinos 'buenos, bonitos y baratos'. Esa era la imagen inicial y era muy difícil producir o vender vinos de alto valor y ser considerado entre las regiones de más alta calidad", afirma.
En ese contexto, y tras conversar con los importadores de Alemania, un mercado muy relevante para la industria del vino chileno en esos años, idearon un plan para llamar la atención. Invitaron a los principales periodistas de Europa a una "master class" en Berlín, en la que se compararon las condiciones climáticas y de suelo de Chile, del Valle del Maipo y de Aconcagua, con las regiones de Burdeos y Toscana, las de mayor reputación y que producen los vinos más famosos en el mundo.
"Luego invitamos a los críticos a degustar 18 vinos a ciegas", relata Chadwick, una cata organizada por Steven Supurrier, que era el presidente de Decanter Wine Magazine, y en la que los críticos degustaron vinos en copas sin conocer la procedencia de estos, solo se les explicitó que los productos tenían tres orígenes: Francia, Italia y Chile. "La gran sorpresa fue el resultado", asegura.
"Salimos en el primer y segundo lugar. Fue un resultado totalmente inesperado. Ese fue el primer gran batacazo y la primera apertura de ojos de los grandes críticos internacionales", recuerda Chadwick.
-¿Y cómo se tomaron los franceses e italianos esta "insolencia"?
"La reacción la verdad es que no fue muy positiva de los franceses. No estaban muy contentos de que se les pusiera en este comparativo. No es que los franceses e italianos hayan ido voluntariamente a ser comparados, para ellos cuando ya tienes el prestigio de ser el mejor del mundo por supuesto que no te gusta que un recién llegado, como era el caso del vino chileno, te haga una cata a ciegas y comparativa. Claramente no fue algo grato para ellos, quienes son nuestra competencia".
Lo ocurrido en la Cata de Berlín fue portada de revistas, primeras páginas de diarios y en el mundo del vino se considera como un hito muy conocido, además de sorpresivo. Durante los 10 años siguientes, esta cata se repitió 22 veces en las principales capitales del mundo. "Siempre era compararse con los mejores vinos del mundo y consistentemente los vinos chilenos sacaron más del 90% de las veces uno o dos de los top 3 lugares. O sea, tuvimos una preferencia tremenda. Y llegamos a más de 1.800 críticos", dice.
"El reconocimiento ya está, esa es la primera etapa. Ahora el desafío es cómo generamos que ese reconocimiento se transforme en demanda de los grandes coleccionistas. Hay que identificar muy bien quiénes son los compradores de estos grandes vinos y luego hay que ver cómo se los incentiva para que estemos ahí presentes como los grandes vinos franceses o italianos".
Eduardo Chadwick
Chadwick, quien en 1983 comenzó a trabajar en la viña familiar y en plena "reinvención" de la industria del vino local, sigue profundamente sumergido en la cruzada para ubicar a Chile en lo más alto del mercado mundial en un contexto especialmente complejo. La industria vive una de las crisis de demanda más duras en décadas y para Chadwick la apuesta está en el mercado de alta gama si es que se quiere sobrevivir. Pero la competencia internacional -subraya- es feroz.
Sin embargo, en las últimas semanas han aparecido noticias que entregaron buenas bocanadas de aire fresco respecto a la posición de Chile en el escenario global. Viña VIK se ubicó como el segundo mejor viñedo del mundo el ranking World´s Best Vineyards 2024 y otras cinco viñas nacionales estuvieron dentro del top 100. Mientras que el prestigioso ranking de Wine Spectator señaló que un vino chileno es el mejor del mundo: Don Melchor cosecha 2021.
-¿Ha cambiado la mentalidad respecto al vino chileno? ¿Tiene un nuevo estatus?
"Sin duda que sí. De hecho, una de las medidas es que las principales familias del vino internacionales están aquí en Chile. Está Antinori, que invirtió en aras de Pique; está Mouton Rothschild; está Clos Apalta que es de una familia francesa. O sea, hay una inversión relevante de las principales familias viñateras del mundo en Chile y eso es sin duda una muestra de que hay un reconocimiento.
Lo que ha pasado desde el año 2004 es que antes no teníamos esta crítica, pero luego los críticos empezaron a venir a Chile. James Sucking fue el primero de ellos y fue el primero en otorgar 100 puntos a vino chileno, que fue el caso viñedo Chadwick de la cosecha 2014. Incluso en la cosecha 2021, Robert Parker le dio 100 puntos a un vino chileno, que fue a viñedo Chadwick. Se abrieron las puertas completas de los grandes críticos del mundo. Ya logramos ese reconocimiento y estamos en otro pie".
-¿Es el vino chileno un producto fino?
"Creo que los grandes vinos de Chile han logrado demostrar que tenemos el potencial de producir vinos de la más alta calidad. Luego viene el desafío de seguir mejorando toda la gama exportable y tener un reconocimiento país como industria. Logramos este hito de reconocer los vinos más altos, que es importante, ya que cumplen un rol de ser los embajadores de imagen. Y luego está todo el trabajo de la industria de los vinos más comerciales".
"El desafío que tenemos como industria es justamente ir tomando un porcentaje mayor de este mercado de vinos finos que antes era monopolizado por Burdeos. Hace 20 años el 95% del vino de sobre US$100 para arriba era vino francés, luego han entrado los grandes vinos italianos, los vinos de Napa y ahora están entrando los vinos de Chile. Era un segmento en el cual nosotros no participábamos".
-¿Quién más nos compite?
España también tiene grandes vinos. En orden, diría yo, el número uno es Francia con Burdeos, Borgoña, Champagne. Luego viene Italia, con Toscana, Piamonte y luego viene Napa, California. Después viene España, pero ahí también compiten los vinos australianos, los de Nueva Zelanda, los de Argentina. Hay competencia.
-¿El estatus del vino chileno puede seguir creciendo?
"Estamos en los inicios. Si nos comparamos con Burdeos o Italia, falta muchísimo trabajo y desarrollo, pero ya abrimos la puerta. A mí me tocó estar en esa etapa en la que estaba ese desafío de probar. Quizás mi aporte fue acelerar el reconocimiento de los grandes vinos de Chile en el mundo".
-¿Qué falta?
"La calidad ya la tenemos, pero este es un trabajo de acercamiento, de activación, de ir al mercado, de hacer este marketing de lujo y estar presente en las principales capitales del mundo, los principales restaurantes y lugares donde se aprecia el vino fino".
-¿Cómo ve el panorama en medio de una industria en crisis? ¿Cómo sobrevivir?
"Esa pregunta no es fácil. Hay una crisis, quizás la más grande de la industria de los últimos 40 años. Hay una crisis de consumo en todo el mundo, tanto en Europa, Norteamérica y Asia, el consumo de vinos ha estado bajando. La juventud toma menos vino, en parte por bebidas alternativas, otros productos. Pero lo que sí hay es un interés por vinos de alta calidad".
Por lo tanto, creo que el gran desafío es cómo aceleramos como industria un posicionamiento de vinos de mayor calidad. Creo que esto no va por el volumen. Es una industria que tiene que reajustarse a esta nueva realidad.
Por otra parte, está el desafío de cómo hacer que la gente consuma más vino. Pero eso es un desafío mundial. Tenemos que ver dónde va a decantar. Pero lo que sí está claro como tendencia es el interés por vinos de alta gama y de imagen y calidad. Ahí tenemos mucho que decir, porque tenemos el potencial de producir ese tipo de vinos, no solo los de bajo valor".
-¿Optimista?
"Estoy optimista, pero es muy competitivo. Pero esa es la posibilidad como industria (el vino de alta calidad). Si no la tuviéramos, creo que sería muy difícil competir internacionalmente".
-¿Qué le dirías a los jóvenes que quieren entrar en el negocio del vino?
"Es una industria que está pasando por una crisis muy grande. Comercialmente vienen años complicados, hay que crear nichos de valor. Es una industria que va a pasar por años difíciles. No quiero desalentar a ningún nuevo productor, pero hay que tener muy clara la calidad que se pueda producir en ciertos segmentos y en qué mercados. Hay que elegir muy bien dónde se quiere dar la batalla".
-Los recientes reconocimientos a Viña VIK y Don Melchor, ¿buenas señales?
"Creo que es muy bueno. Por lo de VIK, creo que hay un área que es muy interesante de desarrollar que es el enoturismo de alta gama y calidad. Tal como hay gente que viene a las Torres del Paine o al desierto de Atacama a ver las maravillas de Chile, creo que el desarrollo del enoturismo es un pilar importante hacia el futuro y VIK ha hecho un gran trabajo en ese sentido. Por eso ha sido elegida como una de las viñas más interesantes de visitar.
"Estamos en los inicios. Si nos comparamos con Burdeos o Italia, falta muchísimo trabajo y desarrollo, pero ya abrimos la puerta. A mí me tocó estar en esa etapa en la que estaba ese desafío de probar. Quizás mi aporte fue acelerar el reconocimiento de los grandes vinos de Chile en el mundo".
Eduardo Chadwick
Por otra parte, también el premio de la revista Wine Spectator, que es muy importante especialmente para el mercado norteamericano, que muestra toda la trayectoria que ha tenido Don Melchor durante muchos años.
Son dos grandes premios que muestran, junto con los cien puntos que hemos logrado de Parker y los principales críticos, que Chile está finalmente teniendo un reconocimiento sólido y consistente. Se ve auspicioso el futuro con el realismo de que es un mercado muy competitivo.
El reconocimiento ya está, esa es la primera etapa. Ahora el desafío es cómo generamos que ese reconocimiento se transforme en demanda de los grandes coleccionistas. Hay que identificar muy bien quiénes son los compradores de estos grandes vinos y luego hay que ver cómo se los incentiva para que estemos ahí presentes como los grandes vinos franceses o italianos".