Comenzar antes del horario oficial, responder correos en la madrugada, sentirse culpable por descansar. Para algunos, estas conductas podrían parecer señales de responsabilidad. Pero para los expertos, podrían ser síntomas de una adicción peligrosa conocida como el ‘workaholismo’, o adicción al trabajo. Una conducta que, lejos de ser un mérito, está empezando a preocupar a los departamentos de Recursos Humanos y a los profesionales de la salud mental.
A diferencia del compromiso laboral, que se basa en la motivación y el sentido de propósito, el “workaholismo” es una compulsión que puede desencadenar agotamiento, pérdida de vida social y graves consecuencias en la salud física y mental. "No se trata solo de trabajar mucho, sino de no poder parar", advierte Yerko Opazo, jefe de Gestión de Personas en EVoting Global -empresa de soluciones de votación electrónica-.
Opazo explica que “el trabajo deja de ser saludable cuando ya no es una elección, sino lo único que te define. Ahí se pierde el equilibrio y aparece esa sensación de que nunca es suficiente”. Además, advierte que el riesgo no es solo individual, ya que las consecuencias alcanzan al equipo de trabajo, a la cultura interna y, por supuesto, al rendimiento sostenido.
La flexibilidad laboral, el teletrabajo y la cultura de la hiperconectividad han difuminado los límites entre la vida personal y profesional, haciendo más difícil reconocer cuándo se cruza la línea. “Sin una arquitectura de desconexión consciente, el tiempo laboral se vuelve líquido e interminable”, advierte Opazo.
Cuando el rendimiento se convierte en obsesión
Uno de los principales desafíos para enfrentar esta problemática es identificarla a tiempo. Según Pablo Palma, director de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma, es difícil detectar esta conducta porque la sociedad aún valora de forma positiva el exceso de trabajo. “Generalmente, se transforma en un problema cuando dejo de hacer otras actividades vitales, familiares o personales. Cuando todo mi pensamiento y accionar está dirigido únicamente al trabajo, es un indicador de riesgo”, explica.
El detonante no siempre es externo, dicen los expertos. Si bien algunas culturas organizacionales refuerzan el “dar el 200%”, muchas veces la causa nace del miedo a fallar, al desempleo o a no sentirse valioso. La consecuencia es una sobreexigencia constante que impacta directamente en la salud. "El cuerpo y la mente empiezan a resentirlo: insomnio, ansiedad, irritabilidad y cansancio constante, hasta llegar al burnout (agotamiento extremo)", añade el experto de EVoting.
“Cuando alguien vive en modo workaholic, genera una presión invisible sobre los demás. Se normaliza estar siempre disponibles y se confunde compromiso con sobrecarga”, señala Opazo.
El clima laboral se vuelve tenso y poco saludable, con equipos más fatigados, desconectados y propensos a conflictos. Además, Palma también alerta sobre los efectos físicos y emocionales: "El exceso de trabajo tiene consecuencias reales. Por eso, ante cualquier indicio de deterioro en la salud mental, es necesario buscar apoyo profesional, especialmente si el trabajo empieza a desplazar todo lo demás".
“El daño no es solo mental, sino también físico. Por eso es importante mantener hábitos saludables como una alimentación equilibrada y actividad física. Pero si dejo de hacer lo que me gusta por trabajar, es momento de buscar ayuda profesional”.
Pablo Palma, director de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma
Efectos en la empresa
Más allá del bienestar individual, la adicción al trabajo puede tener efectos nocivos en el ambiente laboral. Esto puede derivar en equipos desmotivados, baja cohesión y una percepción de que el descanso está mal visto. En ese sentido, los especialistas dicen que esto puede derivar en personas “quemadas”, sin energía ni creatividad, y con una desconexión total de su vida social. “El burnout no es solo estar cansado. Es sentirte vacío, sin motivación, como si todo te pesara”, agrega Opazo.
La solución, coinciden ambos expertos, no se trata de bajar el ritmo, sino de trabajar con foco, con límites y entendiendo que descansar también es parte del rendimiento.
Palma, en tanto, plantea que Chile debería avanzar hacia políticas públicas más claras en torno a la desconexión digital, siguiendo ejemplos como las leyes vigentes en Europa. “Monitorear la salud mental en los entornos laborales debe dejar de ser una recomendación y transformarse en una práctica establecida”, sostiene.