Las prácticas laborales suelen ser, en muchos casos, el primer contacto con el mundo laboral para miles de futuros profesionales, lo que podría evolucionar y convertirse incluso en su primer empleo tras finalizar sus estudios.
Según especialistas en reclutamiento, las habilidades blandas o power skills (habilidades poderosas) son esenciales para la inserción laboral temprana, especialmente en un mercado donde la transformación tecnológica exige aprender, desaprender y volver a aprender de forma constante.
El último Estudio de Escasez de Talento 2024 de ManpowerGroup, muestra que un 78% de los empleadores a nivel global asegura tener dificultades para encontrar los perfiles adecuados. En Chile, esa cifra se eleva al 81%. Esto ha llevado a las empresas a mirar con mayor atención no solo lo que se enseña en la universidad, sino las habilidades que el practicante demuestra en situaciones reales, incluso fuera del aula.
Por otra parte, el informe “Tendencias Globales de Talento 2024” de LinkedIn, el 92% de los líderes de recursos humanos en Latinoamérica, considera que las habilidades blandas son tan importantes, o más que las técnicas al contratar. Y en el caso de los practicantes, esa premisa es decisiva, ya que su contribución inicial muchas veces está determinada por su capacidad de integrarse al equipo y desenvolverse en ambientes de alta exigencia.
“Actualmente, las organizaciones valoran en gran medida las habilidades blandas en los practicantes, incluso por encima de habilidades técnicas específicas. Conceptos como el growth mindset (mentalidad de crecimiento) cada día toman más fuerza”.
María Ignacia Osses, product manager de consultoría de Trabajando.com
Las habilidades más valoradas
Desde Fundación Chile, Enzo Molina, jefe de proyecto de Vetas de Talento -articuladores entre el mundo educativo, laboral y empresarial-, comenta que “las empresas no buscan solo dominio de herramientas específicas, sino también la capacidad de operar con estándares, seguir procedimientos y aportar una mirada crítica y flexible”.
En sectores como la minería o la agroindustria, donde el trabajo operativo requiere adaptabilidad a condiciones extremas, los empleadores valoran sobre todo la actitud, la responsabilidad y la rapidez con la que el practicante logra integrarse a los ritmos del negocio. Lo técnico se aprende en el puesto; lo actitudinal se trae desde antes, aclaran los especialistas.
Por su parte, Rafael Cereceda, coordinador de pasantías de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), detalla que las habilidades relacionales, como conversar con otros, pedir ayuda o negociar prioridades, también son altamente demandadas, pero a menudo poco desarrolladas.
“Dada la edad de los estudiantes que salen a práctica, estas habilidades están menos entrenadas. No hay tanta conciencia en ellos de que al hacer una presentación o escribir un informe, también están desarrollando capacidades profesionales”.
Rafael Cereceda, coordinador de pasantías de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez
Esto se cruza con otro factor determinante, que es la experiencia previa. Haber trabajado en verano, haber participado en un voluntariado o haber impulsado un proyecto propio puede hacer la diferencia entre quienes lograr avanzar con el tiempo en una organización y pasar más allá de su práctica laboral.
“Estas experiencias, muchas veces subvaloradas por el sistema formal, son profundamente significativas. Demuestran autonomía, responsabilidad, compromiso y manejo del tiempo”, comenta Enzo Molina.
“Cada vez más empresas comienzan a considerar estos antecedentes como señales concretas de empleabilidad temprana”.
Enzo Molina, jefe de proyecto de Vetas de Talento
¿Cómo se pueden preparar los postulantes a prácticas?
Para quienes están por comenzar su práctica o buscan prepararse para este primer paso en su carrera profesional, los expertos entregaron algunos consejos:
-Participar en actividades extracurriculares, ya sea en voluntariados, centros de estudiantes, proyectos colaborativos o trabajos de medio tiempo.
-Desarrollar habilidades de comunicación escrita y oral, fundamentales para integrarse a equipos multidisciplinarios.
-Fomentar el pensamiento crítico y la capacidad para resolver problemas concretos, incluso cuando no hay una sola respuesta correcta.
-Mantener una actitud profesional desde el día uno, por ejemplo llegar a la hora, ser respetuoso con los tiempos del equipo, documentar lo aprendido y estar disponible para recibir retroalimentación.
Construir una red de contactos desde etapas tempranas, como recomienda María Ignacia Osses, product manager de consultoría de Trabajando.com, “es fundamental cultivar la adaptabilidad y la resiliencia, y construir una red de contactos (networking) para abrir puertas a oportunidades y obtener conocimientos valiosos”.
Rafael Cereceda agrega que las habilidades técnicas, aunque importantes, se pueden adquirir más fácilmente con cursos y proyectos, mientras que las habilidades interpersonales toman más tiempo. “Ir y hablar con una persona, hacer que te escuche, generar colaboración… eso no es fácil y se desarrolla con tiempo y práctica”.
¿Y la universidad? Las brechas formativas que aún quedan por cerrar
Aunque cada vez más universidades están implementando metodologías activas y modelos por competencias, los expertos en recursos humanos están de acuerdo en que todavía existen desajustes entre la formación académica y lo que se espera en las empresas.
“La velocidad con la que evoluciona el mercado laboral a veces supera la capacidad de las universidades para actualizar sus programas y equipos docentes”, sostiene Osses. “Aún existen mallas excesivamente teóricas, con escaso enfoque práctico”.
En la misma línea, Molina plantea que uno de los desafíos clave es la articulación entre el mundo formativo y el productivo.
“Hoy vemos programas que están integrando simulaciones de entornos reales y marcos de cualificaciones, pero aún falta consolidar estándares compartidos. El estudiante necesita transitar con sentido entre el aula y el trabajo”, finalizó Molina.