El bienestar en el trabajo se ha transformado en una de las principales preocupaciones tanto para empresas como trabajadores, especialmente en un contexto donde la salud mental se ha consolidado como un factor crítico en el rendimiento y la sostenibilidad de los equipos.
Según datos de la Superintendencia de Seguridad Social (SUSESO) las enfermedades profesionales de salud mental aumentaron del 64% al 72% entre el año 2022 y 2024, reflejando la importancia de este tema, con una prevalencia mayor en mujeres (73%) que en hombres (27%).
En este escenario, expertos recomiendan adoptar rutinas simples y sostenibles que permitan reducir el estrés, prevenir riesgos psicosociales y, al mismo tiempo, fortalecer la productividad de los colaboradores.
La psicóloga laboral y académica de la Universidad Autónoma, Daniella Alberti, explica que antes de hablar de hábitos concretos “es importante considerar dos factores de contexto: las condiciones ambientales -infraestructura, iluminación, climatización, ergonomía-, y la naturaleza del trabajo que se desarrolla -por ejemplo: si el puesto supone pasar varias horas sentado frente a pantallas o no-. Estos factores orientarán la adopción de hábitos adecuados según las características y necesidades de los equipos en cada caso”.
Respecto a las estrategias más efectivas, Alberti sostiene que estas incluyen “implementar herramientas de planificación diarias y/o semanales que permitan organizar tareas y optimizar tiempos (ej.: agendas, planificadores, softwares o plataformas de gestión como Trello); resguardar espacios de movilidad física si las funciones implican sedentarismo; contemplar pausas cognitivas y de desconexión laboral (ej.: ejercicios de meditación o mindfulness); incorporar espacios grupales de descompresión emocional si se trabaja con temáticas complejas (ej.: casos de violencia o vulneración de derechos); y adoptar sistemas flexibles que permitan una conciliación efectiva entre trabajo y vida privada”.
El rol del liderazgo
Más allá de las rutinas individuales, el liderazgo cumple un papel central en la construcción de ambientes saludables. Alberti subraya que “el primer paso es detectar con precisión las necesidades de los equipos (mediante encuestas, entrevistas u observación directa), de manera que las acciones que se diseñen respondan efectivamente a los requerimientos percibidos en materia de clima y bienestar laboral”.
La especialista añade que “como segunda sugerencia, es clave considerar la participación de los mismos colaboradores en el diseño de acciones, promoviendo la co-construcción de soluciones a través de sesiones de trabajo conjunto que, en sí mismas, ya representarán un espacio de escucha, integración social e innovación en el desarrollo de propuestas de mejora para fortalecer el ambiente laboral”.
De acuerdo con el estudio de Felicidad Organizacional 2024 de Buk, el impacto es claro: 8 de cada 10 personas que se sienten felices en su trabajo logran organizar mejor sus tareas y cumplir con plazos, mientras que un 84% recomendaría su organización a otros.
Responsabilidad compartida
El bienestar, sin embargo, no depende únicamente de los líderes. Los equipos también cumplen un rol activo. “Si bien el autocuidado es un determinante clave del bienestar laboral, su sostenibilidad depende de responsabilidades compartidas que incluyen acciones individuales, grupales y organizacionales mancomunadas. Un aspecto central es que los equipos logren identificar con claridad qué factores generan estrés en el trabajo y qué factores operan como protectores”, explica Alberti.
Ese análisis, agrega, “permitirá discriminar las fuentes de estrés (qué lo origina y por qué), para luego gestionarlas a través de acciones específicas que pueden aplicarse a nivel individual, grupal y organizacional”.
“A su vez, este ejercicio de autoobservación grupal, que incluso puede considerarse una evaluación preventiva, facilitará el reconocimiento de factores protectores frente al estrés, logrando que los equipos puedan potenciar aquellas estrategias y capacidades que les permiten afrontar de mejor manera los estresores del contexto laboral y, en consecuencia, fortalecer la resiliencia individual y grupal”, complementa.
En Chile, el Termómetro de la Salud Mental UC-ACHS 2025 refleja que la soledad percibida en el trabajo alcanzó un 19%, con un incremento de tres puntos respecto al año anterior. Además, un 10,4% de los trabajadores reporta bajo apoyo social en su entorno, lo que confirma la necesidad de fortalecer la cohesión grupal y el sentido de propósito compartido.
Pymes: el gran desafío
Incorporar rutinas de bienestar sostenibles puede convertirse en un desafío para pequeñas y medianas empresas. Según Alberti, “el primer paso es contar con un diagnóstico participativo que ayude a reconocer las fuentes de malestar y bienestar en el trabajo. Una vez identificados estos elementos, se recomienda trazar un plan de intervención que considere metas de corto, mediano y largo plazo”.
En este proceso, señala la especialista, “en el corto plazo, se pueden incorporar medidas sencillas y más prácticas, como espacios de integración social que refuercen la confianza y cohesión de los equipos; disponer de capacitaciones o jornadas de sensibilización sobre bienestar integral (alimentación saludable, actividad física y deporte, hábitos de sueño, estrategias de desconexión laboral). En el mediano plazo, el foco es avanzar hacia acciones más profundas que transformen progresivamente las dinámicas y procesos organizacionales, como implementar medidas flexibles que favorezcan la conciliación trabajo-vida privada. En el largo plazo, el desafío es afianzar estas prácticas en la cultura organizacional. En este proceso, es fundamental monitorear periódicamente las acciones implementadas y planificar nuevos diagnósticos cada 6 o 12 meses, con el fin de generar ciclos de mejora continua en materia de bienestar y calidad de vida laboral”.