La pandemia del Covid-19 generó importantes cambios en la manera de trabajar. El teletrabajo y las plataformas colaborativas se convirtieron en piedras angulares para las empresas durante años. Y si bien la mayoría de las organizaciones retomaron la presencialidad, aún existen hábitos digitales que se mantuvieron durante la crisis sanitaria.
En ese sentido, la desconexión digital se ha convertido en uno de los principales desafíos para empresas y trabajadores. Pese a la creciente conciencia sobre la importancia del equilibrio entre la vida laboral y personal, muchos empleados continúan sintiéndose obligados a estar disponibles fuera del horario de trabajo, lo que ha generado efectos adversos en su bienestar y desempeño.
De hecho, la Dirección del Trabajo explica que los trabajadores a distancia que distribuyen libremente su horario, o de teletrabajo excluidos de la limitación de jornada, no están obligados a responder comunicaciones, órdenes u otros requerimientos del empleador, durante su tiempo de desconexión que deberá ser de, al menos, doce horas continuas en un periodo de veinticuatro horas.
Según explica Arturo Reyes, gerente de Consultoría en Desarrollo Organizacional en BDO Chile (servicio integral de outsourcing), “la desconexión digital sigue siendo un desafío para muchas organizaciones. Los dispositivos móviles, las plataformas colaborativas y las expectativas de inmediatez hacen que el ‘estar disponible’ se perciba como sinónimo de compromiso”.
El especialista agrega que en Chile esta situación se ve reforzada por factores culturales: “La cultura del alto rendimiento y la desconfianza hacia el tiempo no visible de trabajo —especialmente en contextos remotos— refuerzan la idea de que quien no responde rápido, no está comprometido”.
“A esto se suma un componente emocional: muchos trabajadores sienten culpa al desconectarse o temen ser mal evaluados si no contestan fuera de horario. En organizaciones con estructuras jerárquicas tradicionales o liderazgos controladores, la desconexión aún se percibe como una falta de responsabilidad, más que como una necesidad legítima para el bienestar, cargar energías y continuar trabajando”, complementa.
Las consecuencias de la falta de desconexión
La falta de desconexión tiene efectos directos en la salud mental y la productividad. Cristóbal Sunah, analista de Experiencia y Formación en Zenta Group (Aceleradora tecnológica), afirma que “desde el punto de vista de la salud mental, la falta de desconexión digital provoca una activación crónica del sistema nervioso simpático, manteniendo así al organismo en un estado de alerta constante. Esto conlleva a un aumento en los niveles de cortisol y adrenalina lo que, sí es algo sostenido en el tiempo, podría conllevar a un aumento en los niveles de estrés, ansiedad, insomnio e incluso depresión”.
“En cuanto al desempeño, aunque a primera vista podría parecer que trabajar más horas o estar siempre disponible significa rendir mejor, en realidad ocurre todo lo contrario. Una persona fatigada por no desconectarse es más susceptible a cometer errores, tarda más en la resolución de problemas y reduce la creatividad, impactando directamente en su rendimiento. De manera contraria, cuando las personas logran una adecuada desconexión, logran también mayor compromiso con su trabajo, menos cansancio, y procrastinan menos. Lo anterior sugiere que la desconexión no solo protege la salud mental, sino que también mejora la efectividad y el desempeño de los trabajadores”, complementa.
Por último, en relación con el clima laboral, “este también se resiente cuando no existe desconexión digital. Los talentos que se encuentran estresados o agotados tienden a estar irritables y desmotivados, lo que puede derivar en frustración y resentimiento hacia la organización”, prosigue Cristóbal Sunah.
Las claves para equilibrar trabajo y bienestar
Los expertos aseguran que garantizar el derecho a la desconexión digital se ha convertido en una de las principales prioridades para las organizaciones que buscan cuidar la salud mental y el bienestar de sus equipos.
En ese sentido, entregan consejos y buenas prácticas para lograr este escenario. Cristián Sunah detalla que “en primer lugar, la definición y transparencia de un horario laboral claro genera limitaciones frente a los contactos fuera de horario laboral”.
“En segundo lugar, el hecho de que los líderes establezcan el ejemplo frente la desconexión también debiera ser una práctica constante, lo que sin dudas ayuda a la promoción y establecimiento de una cultura de respeto hacia la desconexión”, dice.
En tercer lugar, continúa, “lo que es relevante no es la presencia constante y la extensión de horarios, sino que se da importancia al cumplimiento de objetivos. Este punto va acompañado con la buena práctica de fomentar la confianza y autonomía de los talentos, permitiendo que estos organicen su jornada de manera flexible adaptándose a su realidad personal, siempre dentro de los márgenes que aseguren su bienestar y el cumplimiento de objetivos organizacionales”.
Para Reyes, el verdadero desafío está en la coherencia: “No sirven los manuales si los líderes siguen escribiendo a horas de la noche. Las buenas prácticas se consolidan cuando se miden, se comunican y se integran al compromiso con la salud mental de los trabajadores”.
En ese sentido, ejemplifica que “las organizaciones más avanzadas han implementado políticas explícitas de desconexión, integradas a sus reglamentos internos o a los convenios colectivos. Estas incluyen limitaciones al envío de correos fuera de horario, sistemas automáticos de bloqueo o mensajes diferidos, y capacitaciones en gestión del tiempo y bienestar digital. En Chile, algunas empresas también han incorporado ‘días sin reuniones’ o ‘semanas de desconexión’ para favorecer el descanso activo”.