Iniciar una pequeña o mediana empresa no solo implica tener una buena idea y capacidad de gestión, sino también saber administrar los recursos financieros con disciplina. En los primeros años, muchas pymes enfrentan dificultades para consolidarse y una de las principales causas está en la mala gestión del dinero, advierten los expertos.
Según datos de SERCOTEC, en Chile, cerca del 40% de las pequeñas y medianas empresas no logra superar los tres años de existencia, y los errores financieros suelen ser un factor determinante. Desde la falta de planificación hasta la confusión entre finanzas personales y empresariales, los problemas iniciales pueden comprometer el futuro del negocio.
Para Rodrigo Pavón, CEO de Fieldbeat, “uno de los errores más comunes es mezclar las finanzas personales con las del negocio. Esta práctica puede generar confusiones contables y, en casos extremos, comprometer el patrimonio personal de los socios. Por ende, es fundamental iniciar la operación con una estructura financiera clara, contar con una cuenta bancaria corporativa y separar desde el inicio los gastos personales de los empresariales”.
A ello se suma, dice, la falta de control en los flujos de caja. “Otro error frecuente es no llevar un flujo de caja estructurado. Muchas empresas solo registran ingresos y egresos sin proyectar sus obligaciones mensuales, como el pago de impuestos, remuneraciones o proveedores. Un flujo de caja bien elaborado permite anticipar necesidades de liquidez y evitar crisis financieras evitables”, añade Pavón.
En esa misma línea, Gustavo Ananía, CEO de RedCapital, concuerda en que la desorganización financiera es una de las principales amenazas para un emprendimiento. “Uno de los errores más comunes es no saber distinguir entre gasto e inversión. Muchas veces se destina dinero a gastos que no necesariamente generarán más ingresos. Por eso es fundamental evaluar siempre el retorno esperado de cada peso invertido”, señala.
También advierte sobre la importancia del orden contable. “Otro error frecuente es no llevar un control ordenado de los gastos, ingresos e inventarios. Esto impide tener una visión clara del negocio y dificulta la toma de decisiones. La recomendación es implementar desde el inicio algún sistema de registro o software contable que permita monitorear las finanzas con precisión”, agrega Ananía.
La importancia de planificar
Ambos expertos afirman que una adecuada planificación financiera puede marcar la diferencia entre sobrevivir o desaparecer durante los primeros años de vida de una pyme.
“La planificación financiera es un factor determinante en la sostenibilidad de una pyme. Una gestión planificada permite ordenar las operaciones, anticipar escenarios y tomar decisiones informadas sobre inversión, gastos y crecimiento”, explica Pavón. “No es raro encontrar empresas que, pese a tener altos niveles de venta en sus primeros años, enfrentan dificultades para cumplir sus compromisos con proveedores o colaboradores. Esto suele deberse a una falta de planificación, más que a un problema de rentabilidad. En resumen, una pyme sin planificación financiera puede vender mucho, pero sobrevivir poco”, añade.
Ananía comparte esta visión. “La planificación financiera es clave para la supervivencia de una pyme. Permite anticipar si se contará con el capital suficiente para cumplir con las obligaciones (proveedores, préstamos, sueldos, etc.), mantener el stock adecuado de productos y prevenir pérdidas por mermas o falta de inventario (perder ventas). También ayuda a prepararse frente a la estacionalidad o fluctuaciones del mercado, evitando impactos financieros imprevistos”, detalla.
Cuándo pedir ayuda externa
En la medida que las empresas crecen, contar con asesoría experta puede ser decisivo. Pavón recomienda hacerlo cuando el modelo de negocio ya esté validado. “Desde nuestra experiencia como startup, el momento ideal para incorporar asesoría contable o financiera externa es cuando la empresa valida su modelo de negocio y demuestra una demanda constante por su producto o servicio. En esa etapa, externalizar la contabilidad es altamente rentable, ya que permite que el equipo interno concentre sus esfuerzos en fortalecer la propuesta de valor y escalar las ventas”, comenta.
Además, añade, “cuando la empresa empieza a evaluar opciones de financiamiento bancario o inversión, el acompañamiento de un experto es clave. Un asesor financiero puede analizar las alternativas disponibles, optimizar la estructura de deuda y acceder a tasas más convenientes, evitando decisiones apresuradas que comprometan la estabilidad del negocio”.
Ananía plantea que si bien al principio el emprendedor puede apoyarse en herramientas digitales de bajo costo, hay señales claras de que es momento de buscar apoyo profesional. “Si la persona no se siente cómoda con los números, o el negocio comienza a crecer y manejar mayores volúmenes de operaciones, es recomendable contar con un contador o asesor financiero. Las señales más claras de que ya es necesario son: dificultad para entender los flujos de caja, atrasos en declaraciones o pagos, o desconocimiento de la rentabilidad real del negocio”, afirma.
Mantener la salud financiera
Finalmente, ambos expertos destacan la importancia de cuidar el flujo de caja y mantener disciplina financiera desde el primer día. “La primera regla, aunque parezca obvia, es no gastar más de lo que ingresa durante los primeros años. La prioridad debe ser validar el modelo de negocio en el mercado real, y no asumir costos fijos altos antes de consolidar las ventas”, recomienda Pavón. También sugiere “elaborar un estado de resultados mensual que refleje la situación real del negocio” y apoyarse en “herramientas digitales de gestión financiera —como plataformas de control de gastos o dashboards contables— que faciliten la toma de decisiones”.
Ananía complementa que “la clave está en mantener los costos bajos y evitar gastos innecesarios, especialmente al comienzo. También, una planificación financiera realista y un presupuesto mensual actualizado son fundamentales. Por último, es recomendable separar las finanzas personales de las del negocio, proyectar ingresos y egresos con cierta anticipación y, si es posible, acumular reservas de efectivo durante los periodos de bonanza para afrontar momentos difíciles o gastos inesperados”.