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El factor Trump en las elecciones de Canadá: Cómo los liberales ganaron pese a ir 20 puntos abajo en las encuestas

Mark Carney, reemplazante de Justin Trudeau en el Ejecutivo, se perfiló como el único capaz de contrarrestar la arremetida del presidente estadounidense. Y así triunfó.

29 de Abril de 2025 | 16:56 | Redactado por Ramón Jara A., Emol/Agencias
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Mark Carney celebra su victoria.

AP
Como si se tratase de una obra maestra del cine, el último proceso electoral de Canadá estuvo cargado de sorpresas y vuelcos en su guion que concluyó con un escenario que hace casi cinco meses era absolutamente inesperado: el triunfo del Partido Liberal, que de esta forma se mantendrá en el poder y deja relegado al Partido Conservador, que esta vez como nunca estaba ilusionado en volver a liderar el Ejecutivo después de una década.

Parece que fue hace una eternidad cuando Justin Trudeau renunció al liderazgo del Partido Liberal y, por ende, al cargo de primer ministro de Canadá. El 6 de enero, el dirigente progresista daba un paso al costado en medio de una profunda crisis política y siendo presionado por figuras de su propia colectividad, que veían con preocupación cómo la oposición conservadora sumaba adeptos de cara a las elecciones de octubre, que finalmente fueron adelantadas para abril.

Al momento de la salida de Trudeau, los liberales iban más de 20 puntos por detrás de los conservadores, según las encuestas. Casi cinco meses después, todo cambió: la colectividad oficialista volvió a triunfar, esta vez de la mano del economista Mark Carney, quien había asumido en marzo como primer ministro y que el lunes ganó la primera elección de su vida.

Durísimo golpe para la oposición, que también vio cómo su líder, Pierre Poilievre, pasó de ser el más que seguro jefe de gobierno canadiense a perder su escaño en el Parlamento después de 20 años.

¿Qué pasó para que el escenario cambiara de forma tan drástica en solo cinco meses? La explicación a todo esto tiene nombre y apellido: Donald Trump.

El regreso del líder republicano a la Casa Blanca cambió el panorama. La guerra comercial de Trump y sus amenazas de anexionar a Canadá, que renovó el mismo día de las elecciones, provocaron indignación entre los canadienses e hizo que lidiar con Estados Unidos se convirtiera en prioridad.

Diferencia de mensajes


La intención de Pierre Poilievre y su Partido Conservador era convertir la elección en un referéndum sobre el ex primer ministro Justin Trudeau, cuya popularidad disminuyó hacia el final de su década en el poder a medida que aumentaban los precios de los alimentos y la vivienda.

Poilievre, quien goza de una extensa carrera política, hizo campaña con un estilo similar al de Trump, tomando ejemplo del presidente de "Estados Unidos primero" al adoptar el eslogan "Canadá primero".

Pero luego vino el factor Trump y la renuncia de Trudeau. La imposición de aranceles por parte de EE.UU. y los insistentes llamados de su presidente para anexionar Canadá y convertirlo en "el estado 51" golpearon al patriotismo canadiense, algo que Mark Carney y su partido supieron aprovechar.

El nuevo líder liberal, un economista que dirigió los bancos centrales de Canadá y Reino Unido, hizo campaña asegurando que su experiencia en los medios financieros lo convertía en el candidato ideal para defender a Canadá de la volátil ofensiva arancelaria de Trump.

Carney entendió que, ahora, la arremetida estadounidense se convirtió en la gran preocupación de los canadienses, que así lo expresaron. "Quería votar por un cambio en Canadá. Quería que se fueran los liberales, pero al final votaré por Carney porque es un hombre fuerte y serio y eso es lo que el país necesita para enfrentar a Trump", decía a la agencia AFP Hamza Fahri, ingeniero de 28 años.

Por su parte, las acciones de Trump no hacían más que influir en el crecimiento del sentimiento patriótico canadiense. El mismo día de la elección, el mandatario estadounidense escribió su red Truth Social: "Elijan al hombre que tiene la fuerza y la sabiduría para reducir sus impuestos a la mitad, aumentar su poder militar. Cero aranceles o impuestos, si Canadá se convierte en el 51º estado".

"Esto es Canadá y nosotros decidimos lo que pasa aquí", respondía Carney, que nunca ha ocupado un cargo electivo pero asumió como primer ministro hace un mes para reemplazar a Justin Trudeau.

Luego de conocerse su triunfo, el líder liberal no se anduvo con circunloquios: "Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua, nuestro país, y no son amenazas gratuitas. El presidente Trump quiere quebrarnos para poseernos. Y eso no pasará, nunca jamás pasará", proclamó.

"Ya superamos el shock de la traición estadounidense, pero nunca debemos olvidar las lecciones", agregó.

Desafíos


En su primera comparecencia, Carney recordó que su país no tiene por qué resignarse a una dependencia existencial de su único vecino terrestre, pues proclamó que tiene "muchas, muchas opciones" ante sí fuera de Estados Unidos.

Fuentes diplomáticas en Ottawa consideran que esas "muchas opciones" pasan en primer lugar por la Unión Europea, un continente con el que Canadá comparte un modelo de sociedad que lo asemeja más a los países europeos que a Estados Unidos, y con el que además tiene firmado desde 2017 un tratado de libre comercio que da a Canadá un acceso privilegiado al tercer mercado mundial.

Sin embargo, el politólogo canadiense Dónal Gill considera en declaraciones a EFE que deshacer la imbricada relación económica (y cultural) existente entre EE.UU. y Canadá no será fácil y que el discurso de buscar nuevos socios para reducir esa dependencia no ha pasado de ahí con otros gobiernos.

Recuerda que antes incluso de pensar en otros socios, Canadá tiene la asignatura pendiente de integrar a sus propias provincias, cuya relación es más fluida con sus vecinos estadounidenses en cada caso que entre ellas mismas.

Un ejemplo elocuente es el caso del petróleo que las provincias del oeste producen y se exporta en un 99% a Estados Unidos. No existen oleoductos disponibles para llegar hasta la costa atlántica, entre otras cosas porque el soberanismo dominante en la provincia de Quebec (que ocupa el grueso de esa costa atlántica) se ha negado a su construcción por motivos supuestamente ecológicos.

Y al petróleo podríamos añadir el caso de la automoción: deshacer lo que hoy es una intrincada tela de araña entre México, EE.UU. y Canadá es más fácil de prometer que de cumplir.

Los retos de Carney se antojan descomunales.