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¿Por qué el paso del tiempo se siente distinto en cuarentena?: Respuestas desde la filosofía, la psicología y la neurociencia

La sensación de que los días pasan más lento o que se vive más bien siempre en un mismo día es algo que se repite durante la reclusión. Para los expertos, aunque el tiempo es una convención, es en realidad una experiencia subjetiva.

24 de Abril de 2020 | 10:00 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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AFP (referencial)
Desde hace un tiempo —sería difícil consensuar cuánto— los días parecen un mismo día multiplicado en varias series. Así, al menos, lo expresan quienes llevan semanas cumpliendo cuarentena obligatoria, como los habitantes de Santiago o Temuco, o quienes han tenido contactos estrechos con casos confirmados de covid-19, o quienes tienen la posibilidad de acogerse a aislamiento voluntario. Un mismo día, repetido por siete, y luego por cuatro, y así.

"Alguien en redes sociales preguntaba si el 1 de mayo vamos a descansar", bromea al teléfono la psicóloga y académica de la U. Diego Portales, Daniela Carrasco. "Es que todos los días son iguales. No hay domingo. ¿Quién se da cuenta de si es feriado o fin de semana, que es lo que suele marcar el paso del tiempo?", plantea. Lo que expresa es un sentir colectivo.

"Preguntar qué día es hoy y en qué año estamos es una típica pregunta de examen psiquiátrico. Muchos de los que ahora estamos en cuarentena podríamos contestar que no sabemos, y eso no significa que estemos psicóticos, sino que hemos perdido los referentes"

Daniela Carrasco, psicóloga
Ahora, dice, muchos son capaces de entender lo que hasta hace poco parecía una escena exclusiva del mundo cinematográfico: el reo que, encerrado en su celda, marca con una línea en la pared el fin de una jornada. "Generalmente vamos a ver que el tiempo, para nosotros, es lo que marca un reloj, y eso ahora está absolutamente trastocado", dice.

"A lo mejor ahora el tiempo tiene que ver más con la luz y la sombra, a lo mejor estamos comiendo cuando sentimos hambre y no cuando es 'la hora de almuerzo', o estamos despertando cuando fue suficiente. El tiempo tiene que ver con las cosas diferentes, con lo que me va marcando una diferencia y hace que no todo sea igual", explica.

La sensación de que el tiempo pasa distinto o que hay una suspensión de él es, de alguna forma, un factor que lo altera todo. "Preguntar qué día es hoy y en qué año estamos es una típica pregunta de examen psiquiátrico", dice Carrasco. "Muchos de los que ahora estamos en cuarentena podríamos contestar que no sabemos, y eso no significa que estemos psicóticos, sino que hemos perdido los referentes".

La "morosidad" del tiempo


"El tiempo no es una convención, aunque convencional sea la forma que tenemos de medirlo: por segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, siglos, milenios", plantea el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, Agustín Squella, desde su casa. También propone una pregunta básica: ¿qué es el tiempo?. "Agustín de Hipona lo expresó bien: si no me lo preguntan, lo sé, pero si me preguntan, no lo sé. Así de simple y así también de difícil", dice.

"Solo me atrevo a decir que sentimos el tiempo, su paso, la manera cómo transcurre y eso, con tanta mayor intensidad en un tiempo de reclusión como el presente, en el que disponemos de 'más tiempo', como decimos, aunque el tiempo es siempre el mismo", explica. Hoy, dice, lo sentimos pasar con mayor lentitud, "con una suerte de morosidad que, por momentos, nos exaspera y que, a la vez, nos beneficia".

En la práctica, el "quedarse en casa" ha traído consigo una "devuelta de tiempo": se eliminó el lapso que duraban los traslados de un punto a otro, pero también la posibilidad de "invertir" ese tiempo en cualquier panorama que implique cruzar la puerta del hogar. "Estamos ganando tiempo, pero ¿para qué?", se preguntan a menudo los usuarios en las redes sociales.

Para Squella, la desaparición momentánea de la "frenética velocidad que tiene todo en la vida contemporánea, que a veces es hasta instantaneidad" nos ha dejado con "un sinfín de pausas" durante el día. "Estamos solos con nosotros mismos y lo cierto es que esas pausas favorecen la introspección, que tan perjudicada se encuentra por el modo de vivir en un mundo que va siempre con prisa".

Pero dicha instantaneidad, opinan otros, también aporta en trastocar la sensación del paso del tiempo. El psicoanalista uruguayo Víctor Guerra defendía ya a comienzos de la década que el tiempo para los niños y adolescentes pasa distinto precisamente por la virtualidad y porque se relacionan durante horas con personas que están a kilómetros de distancia. "El tiempo ya no tiene que ver con medir cuánto me demoro en recorrer algo, entonces de alguna manera los parámetros del tiempo y espacio han cambiado", dice Carrasco.

"En esta cuarentena he pensado mucho en lo que decía Guerra, porque hemos estado enfrentados a vivir eso mismo", explica. "Por un lado estamos encerrados, pero por otro lado estamos comunicándonos constantemente con muchas personas... es como si estuvieran entrando todo el tiempo a tu casa. Eso nos pone en un lugar bastante extraño para nuestra propia subjetividad".

Un cambio en los estímulos


El filósofo italiano Norberto Bobbio decía que la edad, una forma de medir el paso del tiempo, existe en diferentes versiones: la cronológica, que se calcula mirando la partida de nacimiento; la biológica, que es la que tiene el organismo según la vida que hubiéramos llevado y las enfermedades que tengamos; la psicológica, que cada cual siente tener; y la burocrática, que es aquella en que una persona se jubila de su trabajo.

"Es un tema que ha sido tratado por científicos, filósofos y también la psicología se ha encargado de entender que hay un tiempo que es subjetivo", añade Carrasco. "Hay un tiempo convencional, que es el que hemos acordado y que contamos en minutos, pero también existe uno subjetivo, que tiene que ver con nuestro existir: somos la misma persona a través del tiempo, pero van pasando cosas en el camino".

"Si bien hasta el momento no se ha podido encontrar una única región cerebral específica encargada de percibir el paso del tiempo, en lo que sí existe consenso es que son los estímulos externos los que modelan su percepción"

Vania Figueroa, neurocientífica
Para la neurocientífica Vania Figueroa, académica del Centro de Comunicación de las Ciencias de la U. Autónoma, lo que estamos viviendo tiene "todo sentido". "Desde el punto de vista de la ciencia, es muy lógico que estemos teniendo una percepción distorsionada del tiempo", dice.

"Si bien hasta el momento no se ha podido encontrar una única región cerebral específica encargada de percibir el paso del tiempo —por ejemplo se sabe que participan los ganglios de la base, la corteza motora suplementaria, el cerebelo, la corteza prefrontal, el dorso lateral y parietal también—, en lo que sí existe consenso es que son los estímulos externos los que modelan la percepción del tiempo en las personas", explica.

"Si están cambiando nuestros estímulos externos, es decir todo lo que percibimos a través de los sentidos, es lógico que nuestra percepción del tiempo vaya cambiando, porque la configuramos como la suma de todos los estímulos asociados con los procesos cognitivos y los cambios ambientales. La percepción del tiempo va a requerir, por un lado, un mecanismo neuronal complejo, y por otro lado se va a combinar con el estado emocional, el nivel de atención, la memoria, y las enfermedades que podamos tener", añade.

La proliferación de recuerdos


Figueroa pone un ejemplo: la semana antes de salir de vacaciones. "El tiempo parece pasar muy lento y es como si las vacaciones nunca fueran a llegar, y pasa completamente lo contrario cuando estás de vacaciones y se acerca el final: sientes que el paso del tiempo fue demasiado rápido", cuenta.

La sensación tiene una explicación científica. "Las actividades rutinarias hacen que la percepción del tiempo se alargue, es decir, mientras más rutinarias sean nuestras actividades, nuestro 'reloj interno' percibe el tiempo como más largo", asegura. En cuarentena, agrega, este tipo de actividades se multiplica tan solo por la imposibilidad de salir. "Tiene que ver con las actividades monótonas y repetitivas, en contraste con las que son cambiantes, estimulantes o desafiantes", dice.

Cuando pasan demasiados hechos en poco tiempo, como muestran las noticias por estos días, el cerebro los almacena como recuerdos distintos. Al tener muchos recuerdos, existe la sensación de que pasó mucho tiempo

También afecta en la percepción del tiempo la propia memoria de cada persona. "Nosotros codificamos recuerdos y también los ocupamos para estimar el tiempo. Por ejemplo, ahora pasan muchas noticias en un corto tiempo: la pandemia pasó por China, hay muertos en EE.UU., se cancelan las clases, se alarga la cancelación... estamos recibiendo mucha información, y cuando vemos tanta información distinta pensamos que ha pasado mucho tiempo, porque lo cuantificamos en cuanto a recuerdos", expone.

"Mientras más sucesos ocurren, más larga es nuestra percepción del tiempo. A veces uno siente que ha pasado un año y en realidad ha pasado un mes, y tiene que ver con la memoria de cada uno: cada persona tiene un tipo determinado de almacenamiento de memoria y de recuperación de los recuerdos", dice. Por lo mismo, para algunos, resulta difícil creer que se hayan cumplido sólo seis meses del estallido social.

Además de la sensación de que el tiempo pasa con mayor lentitud, hay quienes sienten que, de plano, no avanza, que hay una especie de suspensión. "Es como si hubiéramos quedado detenidos. Tengo pacientes que me dicen que se sienten en pausa, y es una sensación extraña si pensamos que vivimos en el aceleramiento mismo", agrega la psicóloga.

Salir de la pausa


Un ejemplo: un sobrino pequeño, o un primo, o una guagua cercana que vive en otra casa. Antes de la cuarentena, el niño andaba en brazos. Ahora, por videos, se comprueba que ya está caminando. En este tiempo, aunque parecía pausado, un bebé aprendió a caminar. Estaba la sensación de que se vivía siempre un mismo día, pero la cuarentena empezó en el final del verano y va a terminar en otra estación.

"Tiene que ver con cómo los cambios externos van pauteando el paso del tiempo. Ahora nos sentimos en pausa, pero luego vamos a entrar a un mundo que necesariamente ha cambiado: los otros van a haber cambiado y también yo, aunque no sé cuánta conciencia voy a tener", adelanta Carrasco.

"Solo me atrevo a decir que sentimos el tiempo, su paso, la manera cómo transcurre y eso, con tanta mayor intensidad en un tiempo de reclusión como el presente, en el que disponemos de 'más tiempo', como decimos, aunque el tiempo es siempre el mismo"

Agustín Squella, abogado
"Va a ser el otro el que me va a mostrar el cambio —un niño que aprendió a hablar, una persona a quien le creció el pelo— y no sabemos qué va a pasar al ver eso. Hay un poema de Fernando Pessoa que habla un poco de eso: cuando él vuelve a Lisboa la encuentra distinta, entonces la pregunta es si también él cambió al mismo tiempo", agrega. "Algunos van a ver a sus sobrinos caminando y se van a preguntar qué pasó con ellos y cuáles van a ser sus nuevas maneras, propias, de caminar".

Y es que el tiempo de reclusión, asegura Squella, entrega una posibilidad. "Si en circunstancias normales solemos decir que el tiempo nos falta, ahora parece sobrarnos. Si en el caso de las personas mayores todo parece estar ya en el pasado, incluso para ellas el angustioso tiempo presente puede ser transformado en algo así como una oportunidad", plantea.

Para él, el tiempo —eso que estos días parece abundar, ir más lento o estar pausado— es más bien un límite. "El tiempo es lo que separa dos nadas, o dos interminables oscuridades: la que precedió a nuestro nacimiento y la que habrá luego de nuestra muerte", concluye.
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