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Lisa Zanotti: "Había una alta demanda populista que no fue canalizada tras el 18-O (…) ese momento se anduvo perdiendo"

La investigadora postdoctoral de la UDP y experta en populismo analiza el fenómeno en Chile y advierte del mal uso del término. "Veo más bien una tendencia a cabalgar con la frustración de la gente para acumular consensos", aclara y habla de demagogia.

16 de Marzo de 2021 | 08:00 | Por Benjamín Blanco Abarca, Emol
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Después del 18 de octubre, entre manifestaciones, críticas al sistema y un Gobierno que tambaleaba, existió en Chile "una alta demanda populista" que "ningún líder logró encarnar", según reflexiona hoy Lisa Zanotti, investigadora postdoctoral de la Universidad Diego Portales y experta en el fenómeno político, cada vez más global, pero que en América Latina tiende a ser más exitoso.

La autora del libro Vox: The Rise of the Spanish Radical Right (de la editorial académica británica Routledge) cree que ese "momento populista se anduvo perdiendo" y actualmente es más complicado que alguien -un líder, un movimiento o un partido- encarne esa sensación. Sin embargo, cree posible que surjan propuestas populistas en el año electoral. "En el contexto de las campañas, los líderes populistas tienden a ser más populistas, pues necesitan atraer consensos", estima.

De todos modos, Zanotti advierte también sobre la confusiones respecto al término y aclara que los populistas tienen dos características centrales: buscan dividir a la sociedad en dos grupos homogéneos -un pueblo moralmente puro y una elite moralmente corrupta- y creen que la política debería coincidir con la voluntad general de ese pueblo.

—El populismo tiende a encarnarse en un líder. ¿Existe algo así en Chile?

Si nosotros concebimos el populismo como este conjunto de ideas que ve esta sociedad dividida, asumimos que ese discurso puede ser encarnado por un líder, pero también por un partido o movimientos sociales o la combinación de los tres. En América Latina estamos acostumbrados a que sean encarnados por líderes, y eso se da mayormente por una característica presidencialista y, en algunos países, por la baja institucionalidad de los partidos políticos. Si miramos a Europa hay partidos populistas muy desarrollados desde los ‘70.

—En Chile, pese a la crisis actual, los partidos han tenido una mayor solidez. Aún así, ¿se puede dar esta combinación de populismo?

En la última elección presidencial de 2017 hemos visto el surgimiento de al menos un líder populista, que es José Antonio Kast. Y esto, al margen de la solidez institucional de los partidos, se debe también al cambio de las reglas electorales: hemos pasado de un binominal a un sistema más proporcional que ha permitido que otros actores entren al sistema criticando el duopolio registrado desde la vuelta a democracia.

Beppe Grillo y Luigi di Maio, dirigentes del Movimiento Cinco Estrellas de Italia. Foto: EFE.

—La semana pasada una parlamentaria dijo estar a favor de la pena de muerte en casos de asesinato de menores aun cuando hace un año había dicho lo contrario. ¿Hay populismo en esa actitud?

A secas diría que no. El populismo es un conjunto de ideas que ven la realidad dividida entre pueblo puro y una elite corrupta. Al mismo tiempo, asumimos que no hay políticas públicas en sí que sean populistas. En esa afirmación yo creo que hay más demagogia, que se puede definir como el empleo de falsas promesas o de halagos difíciles de cumplir para convencer al pueblo y convertirlo en un instrumento del líder. Veo más bien una tendencia de cabalgar un poco con la frustración de la gente para acumular consensos, lo que es diferente de percibir la política de manera populista. Se tiende mucho a confundir esos conceptos, a darle el mismo sentido, y eso teóricamente e empíricamente es equivocado.

—En el mundo político se suele usar el concepto populismo como adjetivo negativo.

Entre la gente común y corriente decir populista es una ofensa, pero en realidad, en la literatura académica, tiene un significado neutral. Es una manera ver la sociedad y el mundo: nos ponemos unos lentes en los vemos la sociedad de manera dicotómica, pueblo versus elite, y no de manera plural.

—¿El arco político tiende a difuminarse en el populismo?

El populismo en sí no es de derecha ni de izquierda y la mayoría de las veces se asocia a otra ideología. A la derecha, como pasa con algunos partidos populistas en Europa, o al socialismo, como ha ocurrido en Venezuela o con Evo Morales en Bolivia. El populismo es una ideológica delgada que se pega a la realidad de una más gruesa. No obstante, en algunas ocasiones ha surgido un populismo catalogado de puro. El ejemplo con más éxito electoral es el Movimiento Cinco Estrellas en Italia, del 2014 a 2019. No tenía un idea fuerza a la cual asociarse, era un discurso casi puramente populista, y por eso no han podido durar mucho en el tiempo, ya que cuando estás en el gobierno tienes que implementar políticas y para eso se necesita otra ideología, la que sea. Cuando eres puramente populista recorres poco camino.

—En el debate en torno al proceso constitucional, existe cierto consenso de que cambiará el régimen político y las atribuciones del Presidente. ¿Pueden emerger movimientos populistas?

En teoría sí, el populismo se puede asociar a estos tres actores políticos: partidos, movimiento o líder. Yo creo que en Chile hubo un momento en que, de parte del pueblo, había una alta demanda populista que no fue canalizada por ningún actor político, ni por ningún partido, ni por ningún líder. Me refiero al 18 de octubre de 2019. Ahí había una alta demanda populista y ningún líder logró encarnar esa demanda. El único líder populista que yo veo entre los posibles candidatos presidenciales podría ser (José Antonio) Kast, pero adhiere a una ideología gruesa, que es la derecha radical, y no pudo canalizar el descontento que había. El momento populista se anduvo perdiendo y ahora es más complicado. En el horizonte no veo líderes que pueda recoger ese descontento.

—En el contexto de la elección de constituyentes, ¿es posible que surjan discursos populistas, considerando, entre otras cosas, las limitaciones para hacer campaña producto de la pandemia y el escaso espacio en la franja que tienen algunos candidatos?

Para que el populismo emerja hay que tener dos condiciones. Un líder que expresa ideas populistas y una ciudadanía que se active con esas actitudes. Si hay un líder, pero no hay gente dispuesta a votar por él, este puede decir cualquier cosa y no tendrá éxito. En el contexto de las campañas electorales, los líderes populistas tienden a ser más populistas, pues necesitan atraer consensos. En la elección de constituyente es posible que emerjan personalidades que articulan discursos populistas y tengo la duda si serán exitosos o no. El discurso populista le favorece más a los independientes, pero estos tienen menos espacios para hacer campaña que los representantes de partidos, que son más institucionales. Hay que ver en qué medida la ciudadanía está dispuesta a apostar a esa visión del mundo en este momento.

Hugo Chávez es representante de la tercera ola de populismo en América Latina. Foto: El Mercurio.

—Manuel Antonio Garretón ha planteado que el populismo no es necesariamente malo y que incluso en Latinoamérica tuvo una impronta desarrollista importante, con grandes modernizaciones a mediados del siglo XX. ¿Comparte esa idea?

Sí. La definición de populismo que nosotros usamos no dice nada si este tendrá buenos o malos efectos. Desde el punto de vista empírico, el populismo tiene la posibilidad de darle voz a grupos sociales que estaban excluidos o marginados. América Latina es el continente donde el populismo ha tenido más éxito. En los años ‘50 se produce la primera ola, con Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil. Después ese discurso se retoma en la segunda ola de populismo, un ola más neoliberal, con Menem y Fujimori; y tenemos una tercera ola con la experiencia del populismo socialista, con Chávez, Morales o Correa. Ahora hay expertos que hablan de una cuarta ola: el populismo radical de derecha, con Jair Bolsonaro en Brasil o (José Antonio) Kast en Chile. En el continente siempre, desde los ‘50, ha habido una tendencia cíclica de concebir la sociedad de esta manera. Y tenemos que recordar que el fenómeno llega al poder y tiene un éxito electoral muy bueno, en comparación con Europa.

—Los fenómenos políticos tienden a replicarse en otros países. Por ejemplo, el surgimiento de VOX y Podemos en España tienen un paralelo en Chile con Republicanos y el Frente Amplio. Considerando esto, ¿de qué manera influye la globalización en el populismo?

Con la crisis de la democracia liberal ahora vemos el populismo como un fenómeno global, pero presenta alta variación en el éxito electoral. Tiene ese carácter global porque de alguna manera los partidos tradicionales en algo han fallado y eso tiene que ver con demandas insatisfechas y un aislamiento de las elites que se alejan. Eso se ha dado en varios lugares del mundo.

—La tendencia mundial apunta a la consolidación de métodos populistas para acceder al poder ¿Cuáles son las herramientas y alternativas para enfrentar ese fenómeno?

El populismo tiende a emerger por un problema de representación, cuando los partidos tradicionales no cumplen su rol y los ciudadanos son atraídos por líderes que dicen representar sus intereses. En Europa la mayoría de partidos populistas son radicales de derecha y lo son porque los partidos tradicionales históricamente han dejado de lado temas que para la ciudadanía son importantes, como la inmigración. Otro ejemplo son los escándalos de corrupción masivos que le dejan claro a la gente que el interés de la elite no coincide con el suyo. La base de todo esto es la falla de los partidos tradicionales.

—¿Entonces el antídoto es la consolidación de los partidos tradicionales y que hagan los cambios necesarios que se demandan?

Para mitigar el fenómeno se habla de una política inclusiva. Acá en Chile los partidos han sido fuertes, pero por un diseño institucional: el sistema binominal impedía que otros entraran al juego. Una política de mayor participación popular, desde abajo, puede fortalecer una conciencia en la elite de lo que el pueblo necesita y considera importante. Una vez que la brecha se reduce, hay menos posibilidades que llegue alguien que diga que todos son iguales.

—¿El proceso constituyente de Chile, el acuerdo de 15 de noviembre, el plebiscito, y ahora la elección, fue una repuesta a esta crisis de representatividad?

Sin duda hay un intento en este sentido. Hay que ver cuánto de este intento la ciudadanía considera que es suficiente para responder parcialmente a sus demandas. Esa es la clave.
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