"Me llamaba la atención porque veía que era un mercado muy potencial y no estaba explotado cien por ciento. Veía los look de las mujeres chilenas (que iban a Mendoza) y sabía que había mucho que hacer acá. Les gusta el pelo largo... Así que me animé y lo hice y no me arrepiento para nada, nos ha ido muy bien".
-¿Te han tocado casos fuertes en la televisión?
“Como ¿por donde empiezo? Sí, la verdad es que sí. Tocan casos desafiantes, de muchas mujeres que no han ido a la peluquería en 10 años, que se han cortado las puntas ellas mismas frente al espejo o con la vecina. Pero me encantan esos desafíos, porque les provocás una transformación del pelo y le terminás transformando casi la vida, sin querer exagerar. Terminan con una actitud totalmente distinta porque se ven frente al espejo con una imagen renovada y mucho mejor. Son mujeres que priorizaron otras cosas, sus trabajos, sus familias, una enfermedad o una depresión -eso me ha tocado mucho ver-, haciendo que su estética pase a un segundo, tercero o cuarto plano”.
-¿Somos conscientes de lo que el pelo hace a nuestra imagen?
“No, no toman conciencia de la importancia que puede tener el pelo en la imagen de una persona, tanto de una mujer como de un hombre.
“Cuando me vine fue un poco lo que me atrajo, que había mucho por hacer. Y la propuesta nuestra gustó y pudimos cambiarle un poco la mentalidad, por lo menos a la gente que en estos años ha pasado por nuestra casa. Faltaba audacia. Hay gente muy moderna, pero es un grupo muy reducido, porque el cuidado de la estética no es algo que esté masificado, no hay una cultura de la moda. Sí por estas zonas, pero sales un poco de Santiago y se nota que no se le dan la importancia que debería dársele”.
-¿Eres de los peluqueros que prefieren que el cliente les diga lo que quieren o que se entreguen?
“Me gusta que se entreguen, es un desafío, mi responsabilidad. Eso sí, hay mucha conversación previa de por qué se están entregando y por qué les gustaría cambiar, porque hay muchos casos que llegan a la peluquería porque están con una depresión, por ejemplo, y si uno por ahí les hace un cambio muy radical es peor. Por lo general, lo que quieren cambiar es la parte de adentro de la cabeza, y creen que con lo de afuera pueden cambiar sus estados de ánimo. Ese es un juego peligroso, porque cortar dos centímetros de más, las puede hacer sentir peor. Así que hay que tener mucha sutileza.
“Ahí ya me tiro a cortar, pero tampoco me gusta hacerlo a lo tonto, auque me gusta. Soy medio peligroso con la tijera, pero trato de respetar”.
-¿Cuál es la importancia de tener un pelo bonito?
“El pelo en una mujer es realmente un arma de seducción muy importante, que puede servir para sacarle mucho provecho a muchas cosas, desde conquistar a un hombre, conseguir un trabajo, darle más seguridad a ella, gustarse ella misma... Es importante, y es lo que trato de inculcarle a la gente que se sienta en mi sillón, la importancia del look en su pelo”.
-En los hombres parece algo complicado hacer algo muy audaz. En general se ven sólo detalles.
“Hay cosas para hacerse, pero los hombres son poco atrevidos. Veo que avanzan en otros aspectos, vienen con el iphone 4 con el ipad y con unos pantalones de hace 20 años. Hay una ambigüedad que no comparto, porque deberían avanzar también en el tema de la moda y renovarse. En el pelo, por ejemplo, y sin hacer grandes cambios, lo primero que quiero cambiarle a un hombre es cuando viene peinado con partidura; desordenarle el pelo un poquito sin convertirlo en un punk. El gel tampoco se usa ya, eso es para futbolistas”.
-¿Y de las mujeres?
“Por ahí siguen cayendo algunas con la chasquilla tipo araña, es muy gracioso. Y tampoco me gusta la partidura al medio, prefiero que sea al costado”.
-¿Qué puede hacer un pelado?
“No sé, que se compre un convertible para que lo miren, que se afeite lo poco que le quede de pelo y sea un pelado con onda. De la peluca, ni hablar, ni esos que se hacen la partidura abajo de la oreja y se tiran cuatro hilachas para tapar, eso es del terror”.
-¿Tú tienes canas?
“No, me las dibujo. Tengo una que otra, pero me las hago a propósito. Aunque ya me cansé, así que en cualquier momento aparezco pelado. Hoy casi lo hago”.
-¿Te acostumbraste a vivir acá?
“Sí. Dicen que a lo bueno uno se acostumbra rápido. La verdad es que vivo bien. Me puedo dar mis gustos. Se extrañan cosas de tu tierra, pero la verdad es que estoy tan cerca que todos los meses estoy viajando, y mi viejo me espera con su asadito y veo a mis amigos. Así que no sufro tanto el haberme ido de mi país”.
-¿Vives solo?
“Vivo con mis hijas que son divinas, son mis ojos en la vida. Una de ellas se gradúa de 4° medio (Julia) y tengo otra de 14 (Bianca), una diosa divina. Son hermosas las dos. Vivo con ellas y por ellas”.
-¿Y vienes a trabajar y te haces cargo de ellas?
“Sí, la verdad es que es media especial la cosa. Viven dos semanas conmigo y dos con la mamá. Ellas eligieron ese sistema de estar dos semanas con papá y dos semanas con mamá. Mi ex mujer es argentina y llegamos casados acá, pero nos picó el virus de la separación hace un año. Bueno, qué se le va a hacer”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“No soy de tener vicios. Fumo muy poco. Una cajetilla me puede durar dos meses. Tomo muy poco, también. Me gustaría que mi vicio fuera bailar, saber hacerlo. Estoy tomando clases de todo con mi amigo Julio Zúñiga, pero soy de madera. También me gusta escuchar la música fuerte y eso le molesta a mucha gente. Escucho mucho rock and roll, mucho Charly García; tengo la colección completa, hasta lo inédito y pirata. Cada vez que necesito mis momentos de soledad me acompaña una música de Charly”.