El violinista Gustavo Vergara enfrentó el complejo concierto de Brahms con gran estatura musical.
Alejandra MirandaEl tercer programa de su temporada 2010 ofreció la Orquesta de la Universidad de Santiago en el cómodo Teatro Nescafé de la Artes, donde se trasladó para dar conciertos mientras se realizar los arreglos de su bellísimo teatro. Bajo la dirección de David del Pino Klinge ofreció un programa que dio amplia cuenta de la calidad que ha logrado este conjunto orquestal con la batuta del maestro peruano, característica que le permite enfrentar cualquier tipo de repertorio.
La primera obra nos adentró en la sutileza del impresionismo con la “Pavana para una Infanta difunta” de Maurice Ravel. Luego de dubitativo inicio por parte de los cornos -que se repusieron rápidamente- captó toda la melancólica paleta de la partitura. Del Pino logró una notable gama de contrastes dinámicos, con exquisito uso del “legatto” en las cuerdas, produciendo un efecto de transparencia que se opuso al sonido más concreto de maderas y cornos. Fue el primer triunfo de la noche.
Aves musicales
Seguidamente del Pino y sus músicos maravillaron con su versión de “Los Pájaros” de Ottorino Respighi, uno de los orquestadores más brillantes del siglo XX. En esta obra el compositor vuelve la mirada sobre obras del barroco temprano reorquestándolas en forma exquisita, y exigiendo de los músicos un enorme rigor técnico. Fue un aspecto que David del Pino y su agrupación consiguieron ampliamente al describir cada una de las aves propuestas por su autor.
Es difícil establecer cual de las familias o instrumentos descolló, el nivel fue en general excepcional desde la elegante introducción y sus dos partes contrastantes. En “La Paloma” destacó la belleza sonora del canto del oboe apoyado en la hermosa base de las cuerdas. Qué decir del arrullo de las cuerdas y la atmósfera creada. Graciosa, llena de color y de un virtuosismo extremo fue “La Gallina”, pues exige un todo coherente a partir de la infinidad de pequeñas frases solistas de diversos instrumentos.
Mágico fue “El Ruiseñor” al recrear la noche donde se escucha el canto de este elegante pajarillo. Destacaremos la estupenda complementación entre las cuerdas y maderas con bronces en sus musicales diálogos que conducen a un final que se disuelve en la nada. “El Cucú”, en cambio, derrochó colores y timbres en sus fraseos mientras se escucha el ostinato musical del ave. Este se enlaza con el brillante final que retoma el tema de la introducción: un éxito que el público premió con largos aplausos.
En la segunda parte, Gustavo Vergara, que es uno de los violines segundos de la Sinfónica, dio muestras de todo su enorme talento al interpretar uno de los conciertos para violín más famosos de la historia de la música. Nos referimos al “Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op. 77” de Johannes Brahms, que necesita de un solista que haya superado los aspectos técnicos para enfocarse solo en encontrar las claves –no siempre explícitas- de interpretación. Además, precisa de un director que esté en total sintonía con el solista y una orquesta a la altura de los desafíos.
Todo se dio en esta oportunidad. Vergara demostró que la obra no es “contra violín” como afirmara alguien. Simplemente es una obra que requiere intérpretes a su altura, con una formación e intuición necesarias para captar todo el mundo propuesto por Brahms. Vergara lo tiene. Además frasea con naturalidad, posee apostura y una sencillez propia de los grandes, no es grandilocuente en gestos y su trabajo se centra en buscar con honestidad las claves para la interpretación.
La técnica la demostró en los tres movimientos y en las cadenzas que fueron resueltas de manera ejemplar. La orquesta con su director lograron una interpretación de excelencia complementando absolutamente al solista.
Es inútil calificar que fue mejor, si el brillo y fuerza de los movimientos extremos o la serena poesía del Adagio central, solista, director y orquesta lograron una sintonía con el público como pocas veces, por ello al finalizar los espectadores estallaron en ovaciones agradeciendo la espléndida versión.