Perlman junto a su inseparable violín de casi 300 años de historia.
Patricio Ulloa, El MercurioResulta curioso para todo tipo de conciertos, pero pareció que en esta ocasión fue el propio protagonista, Itzhak Perlman, el que más disfrutó de su primera presentación en Chile. Con el violín como una extensión más de su cuerpo, se emocionó con el triste canto de "La lista de Schindler" y gozó poniendo en práctica un guiño de su virtuosismo para el extracto de "Far and Away", ambos puntos altos de la noche.
Pero por más que Perlman intentara encantar al público y hacerlo partícipe de la presentación, quitándole la seriedad que puede generar una sala de concierto tradicional, el juego no resultó fácil. El músico revolvió el repertorio y no respetó el programa para poder hablar antes de cada ejecución, pero el público nunca pareció entender el mensaje y los aplausos no fueron demasiado efusivos, con la excepción de algunos que sí se tomaron toda una mañana sabatina para obtener entradas.
El paso de Perlman por escena se sintió fugaz. Quizás porque sus mencionadas interpretaciones de obras de Williams fueron lo que realmente dio cuenta de su talento, el técnico y el intangible. Perlman tocando un arreglo de "Por una cabeza", de Carlos Gardel, quedó como una simple anécdota más que un recuerdo musical que vaya a perdurar. Claramente para quienes admiran a uno de los violinistas más celebrados del planeta por sus grabaciones de Paganini, esto no tenía mucho sentido.
En parte la muy fría reacción del público se debió precisamente a la baja sensación térmica que, incluso cuando los músicos se encontraban en escena y especialmente en el intermedio, detonó una masiva fuga de espectadores. Por otro lado, la amplificación fue un enemigo insalvable durante todo el concierto, con una calidad sonora muy por bajo el estándar que debería tener una presentación de esta naturaleza.
La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Praga lució sus credenciales como agrupación experta en música para cine, exhibiendo un oficio intachable para darle vida a un repertorio probado, de paladar popular, dominado por las melodías clásicas de John Williams. Un programa a su medida que incluso a ojos cerrados habría sonado bien.
Se trató de una ejecución correcta, respetando el canto romántico de "Lo que el viento se llevó" o "Doctor Zhivago", pero nunca llegando a expresar una voz propia respecto a las obras. Tras el intermedio, resonaron los bronces con "Superman", "Indiana Jones" y varias selecciones de "La guerra de las galaxias", para las que el director Nic Raine escogió un tempo más acelerado de lo habitual, quizás intentando entregar algo de energía a un público que la necesitaba. El Coro Sinfónico de la Universidad de Chile tuvo una presencia sólo secundaria en las dos piezas finales del programa, trabajo que cumplieron con la misma altura que la agrupación checa.
Curiosamente cuando ya todo terminaba y sonaban algunos aplausos de los restantes espectadores de los 10 mil que iniciaron la noche, brotó una semilla inesperada. Raine se dirigió al público cual estrella de rock para preguntar en español "¿Quieren más música?". Casi sin esperar respuesta, la alegría de "Austin Powers" fue seguida por el tema central de "Peter Gunn". A esas alturas, todos ya de pie moviéndose, sacándose el frío que los atacó en una noche que debía ser calurosa.