Fue en el vuelo de regreso a Londres desde Rishikesh cuando John soltó todas las verdades que Cynthia Powell había evitado escuchar durante años. Habló de sus miles de engaños y amantes, de su alocada vida como Beatle y de la inexistencia de amor entre ellos. Habló también de su relación, estrictamente intelectual, con la artista japonesa Yoko Ono, siete años mayor que él. Pero dentro de poco ese vínculo pasaría a ser uno de los amores más épicos de la historia.
Según el biógrafo Peter Brown, abogado de Nems, Apple y los Beatles, “en sólo unos meses Yoko le dio a John más alternativas que los Beatles en ocho años”. Junto a la japonesa sintió que podía convertirse en el artista al que había aspirado ser en los tiempos de la escuela de Arte de Liverpool. “Odio mi rock and roll”, grita un Lennon hastiado en la canción “Yer blues”. Yoko toma el lugar de Cynthia, quien tras el divorcio es amputada de los Beatles y John comienza conducirse erráticamente, a promover sospechosos artistas de vanguardia y a preparar performances y acciones de arte y consumirse en la heroína. El público llegó a pedir que volviera “el viejo John”.
Sus canciones entran en la última etapa creativa con los Beatles. Una buena cantidad de ellas proviene de su estada en la India (“Across the universe”, “Yer blues”, “Sexy sadie”). Se puede acreditar esa poesía a lo largo de todo el disco blanco The Beatles (1968): “Dear prudence”, “Cry baby cry”, “Happiness is a warm gun”, “Julia”, “Revolution 1” y “Revolution 9”. Esta última lo conectará con su lado avant-garde, estimulado por la experiencia de Yoko Ono.
El trabajo experimental con cintas se une al proceso creativo y toma forma en la triología de discos de “música inconclusa” que produjo junto a Yoko. En Two virgins (1968), Life with the lions (1969) y Wedding album (1968), se oyen extravagancias como “John & Yoko” (una sesión de 23 minutos en que ambos se llaman el uno al otro), “Baby’s heartbeat” (los latidos del embrión que fallece en el vientre de Yoko), “Two minutes silence” (en conmemoración de ese aborto natural) y las series 1 y 2 de “Two virgins” (las cintas que grabaron la noche en que Cynthia Powell los descubre en adulterio).
Lennon despliega su sarcasmo con una canción de blusera de peso rockero en plena moda del blues-rock que vivía Inglaterra en esos tiempos, con grupos como Cream o los Bluesbrakers. Aquí su pensamiento ni siquiera está entrelíneas como en otras canciones. Está en las líneas: “Sí, estoy solo / quiero morir”.
Se sabe que es la canción de John Lennon que más le gustaba a Paul McCartney, pero lo que no se sabía era que su autor no la consideraba especialmente buena. Explora métricas irregulares y tiene cinco secciones en tres minutos con distintos estilos musicales. Aquí se advierte la erosión que la heroína estaba produciendo en John: “Necesito una dosis, porque voy en bajón”.
No queda claro qué es lo más demoledor en “I want you”. Si su extensión de ocho minutos, si la brevísima y repetitiva letra, si los alaridos de Lennon durante los clímax, si la coda circular de acordes o si el abrupto final al que se somete al auditor. Incluida en Abbey road (1969), junto con “Come together” es una de las más rockeras y hippies en el repertorio de Lennon.