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COMENTARIO:
El riesgo es una de las características de la joven compañía Impasse, que no se amilana ante títulos famosos y que es capaz de poner en escena textos muchas veces inabarcables. Eso, que ya sucedió con "Calígula" de Camus (1998), ocurre de nuevo con "Hamlet", de Shakespeare. El director Cristián Marambio balancea convenientemente el drama y deja espacio para que la tensión se relaje antes de sofocar con violencia renovada; hace avanzar la historia con buen ritmo, evita las reiteraciones y siempre propone cosas nuevas y originales al público. Su imaginativa insistencia sobre el humor, sin embargo, termina por ser un arma de doble filo: en la función de estreno fue lamentable que las muertes de Claudio y Laertes se produjeran entre risas. La simultaneidad de las acciones también es una apuesta de grandes posibilidades teatrales, pero se debe cuidar que el espectador no pierda atención en lo fundamental. El primer monólogo de Hamlet quedó en un rotundo segundo plano frente a las poderosas imágenes de sus amigos jugando a la guerra y de su madre en alargado coito con su tío. Mientras algunos personajes fueron suprimidos, otros se extendieron, como es el caso de Horacio, llamado a cumplir también con la función de introducir la historia. Ciertas escenas o bien fueron incluidas o acotadas. El famoso "Ser o no ser" se planteó como un coro a varias voces, lo que va bien con el hecho de que las preguntas formuladas allí son las preguntas de todos. El público cuenta con bastante libertad para leer escénicamente la obra, a pesar de algunas referencias al Chile político de estos días, que si bien están de más no son excesivas, y que son obvio reflejo de la juventud del grupo. El elenco es liderado por Néstor Cantillana, un Hamlet que para muchos resultará poco reconocible: más furioso que melancólico, más brutal que romántico, muy autoconsciente. Todo esto es apoyado por la sobriedad interpretativa de Cantillana, diestro y ligero con el cuerpo, y dueño de una voz difícil de encontrar en las tablas chilenas. Es verdad que tanto en su caso como en el del resto de los actores hay aspectos que aún no están desarrollados ni en términos técnicos ni intelectuales, pero eso se debería ir dando con el tiempo. Francisco Pérez-Bannen explota con solvencia la veta sibarítica del rey Claudio; Soledad Villavicencio encara con valentía la amargura de Gertrudis; Claudia Vergara dibuja una entrañable Ofelia, que viaja desde su adolescente fragilidad a una barroca locura desatada; Claudio Espinoza da en el punto justo de fidelidad y nobleza de Horacio, y Eduardo Herrera enfatiza el carácter bufonesco de Polonio. Pero la principal arma de este primer "Hamlet" chileno del siglo XXI es el diseño integral de Rodrigo Bazaes. Los actores se sometieron a la prueba de actuar sobre un amplio escenario desprovisto, apoyándose sobre una veintena de sillas y con un vestuario simple que indica mediante accesorios a los personajes. Todo esto colabora a la idea de ascetismo y modernidad de la puesta. Además, es vitalizante la solución de crear una suerte de pantalla digital en el fondo del escenario para marcar las pulsaciones del corazón perturbado de Hamlet. Tanto la aparición del fantasma como el relato de la muerte de Ofelia son momentos de gran impacto y de poesía visual que se deben a este dúctil soporte tecnológico. "Hamlet":
Se presenta de martes a domingo, a las 22 horas, en la muestra Teatro
a Mil (Centro Cutural Estación Mapocho).
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