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Shakespeare y las flores

Traducciones tomadas de las Obras Completas de William Shakespeare. Traducción de Luis Astrana Marín. M. Aguilar Editor S.A.

Más información sobre este tema en el libro "Shakespeare's flowers'', con textos de Jenny de Gex y diseño de David Fordham.


William Shakespeare escribe de las flores con cariño, tratando de indicar qué era lo que él veía cada día en su tierra: “flores frescas y fragantes”, “los dulces capullos del verano”, “capullos que pasan con suavidad”, “los tiernos brotes de mayo”. Las descripciones hablan sobre el campo que él tanto amaba. En sus poemas y obras de teatro, presenta muchas flores comunes; algunas de ellas con especial ahínco: las violetas son mencionadas dieciocho veces y las rosas, más de cien.

También describe Inglaterra como un “jardín flanqueado por el mar”, y existen cerca de 40 escenas ambientadas en jardines. En las obras teatrales históricas, las discusiones de importancia para todo el país suelen llevarse a cabo en jardines, con una notable referencia a las rosas rojas y blancas de las casas de York y Lancaster, que tan ferozmente se enfrentaron durante el siglo XV en la Guerra de las Rosas. La rosa blanca era el emblema de los reyes Plantagenet, mientras que la roja representaba a los Tudor que los reemplazaron.

LA MANDRÁGORA - ‘‘OTELO’’

Acto III, Escena III
Yago:
Voy a extraviar este pañuelo en la habitación de Cassio y a dejar que lo encuentre. Bagatelas tan ligeras como el aire son para los celosos pruebas de tan poderosas como las afirmaciones de la Sagrada Escritura. Esto puede acarrear algo. El moro se altera ya bajo el influjo de mi veneno. Las ideas funestas son, por naturaleza, venenos que en principio apenas hacen sentir su mal gusto; pero, a poco que obran sobre la sangre, abrasan como minas de azufre. Tenía yo razón. ¡Mirad, aquí viene! ¡Ni adormidera ni mandrágora, ni todas las drogas soporíferas del mundo te devolverán jamás el dulce sueño que poseías ayer!

LA MARGARITA - ‘‘HAMLET’’

Acto IV, Escena VII
Reina Gertrudis:
Inclinado a orillas de un arroyo, elévase un sauce, que refleja su plateado follaje en las ondas cristalinas. Allí se dirigió, adornada con caprichosas guirnaldas de margaritas, ranúnculos, ortigas, velloritas y esas largas flores purpúreas a las cuales nuestros pastores dan un nombre grosero, pero que nuestras castas doncellas llaman dedos de muerto. Allí trepaba por el pendiente ramaje para colgar su corona silvestre, cuando una pérfida rama se desgajó, y, junto con sus agrestes trofeos, vino a caer en el gimiente arroyo. A su alrededor se extendieron sus ropas, y, como una náyade, la sostuvieron a flote durante un breve rato. Mientras, cantaba estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la Naturaleza para vivir en el propio elemento. Mas no podía esto prolongarse mucho, y los vestidos cargados con el peso de su bebida, arrastraron pronto a la infeliz a una muerte cenagosa, en medio de sus dulces cantos.

TOMILLO - VIOLETAS - PRIMULÁCEAS - MADRESELVAS / ‘‘SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO’’

Acto II, Escena I
Oberón:
Sé de un lindero donde crece el tomillo silvestre, donde se balancean las violetas y las primuláceas, doselado completamente por olorosas madreselvas, por fragantes rosas de almizcle y lindos escaramujos. Allí duerme Titania una parte de la noche, reclinada al arrullo de estas flores, entre danzas y regocijos, y allí se despoja la serpiente de su piel de esmalte, de medida suficiente para envolver un hada. Y con el jugo de esta flor restregaré sus ojos y quedará llena de repugnantes fantasías. Coge tú un poco e inquiere en la espesura. Una bella dama ateniense está enamorada de un desdeñoso joven; unta sus ojos; pero hazlo de modo que se la señora el primer objeto que haya de ver al despertar. Conocerás al hombre por el traje ateniense que lleva. Realízalo con el oportuno cuidado, a fin de que resulte quedar él más apasionado de ella que ella lo está de él. Y procura encontrarme antes del primer canto del gallo.

LA CALÉNDULA - SONETO XXV

Que los que tienen en favor a sus estrellas se jacten de honores públicos y de títulos orgullosos, mientras yo, a quien la Fortuna aparta de semejantes triunfos, hallo una dicha inesperada en lo que más honro.

Los favoritos de los grandes príncipes no despliegan sus bellas hojas sino como caléndulas en presencia del sol, y en ellos mismo reposa enterrado su orgullo, pues un fruncimiento de cejas les hace perecer en plena gloria.
El afanoso guerrero, célebre en los combates, vencido una vez después de mil victorias, queda borrado pronto del libro de honor, y se olvidan todos sus lauros anteriores.

Feliz, por tanto, yo que quiero y soy querido donde no puedo cambiar ni ser cambiado.

LIRIO - CALËNDULA - MARGARITA / ‘‘LA VIOLACION DE LUCRECIA’’

Su mano de lirio descansa bajo su mejilla de rosa, frustrando un beso legítimo a la almohada, que, colérica, parece dividirse en dos, inflándose de enojos de ambos lados por carecer de su gloria. En medio de estas dos colinas, su cabeza reposa como en una tumba. Y así se ofrece, semejante a una sagrada afigie, a los ojos libertinos y profanos.

Su otra mano linda, fuera del lecho, posábase sobre la verde colcha; su perfecta blancura, que bañaba su sudor de perla semejante al rocío de la noche, la mostraba como una margarita de abril sobre el césped. Sus ojos, igual que caléndulas, habían cerrado su brillante cáliz y descansaban engastados dulcemente bajo un dosel de sombras, hasta que pudieran abrirse para ataviar el día.

Sus cabellos, como hilos de oro, jugueteaban con su hálito. ¡Oh, castidad voluptuosa! ¡Voluptuosidad casta! Parodiaban el triunfo de la vida en el mapa de la muerte, y el aspecto sombrío de la muerte en el eclipse de la vida. Cada uno era en su sueño tan hermosa como si entre ellas no existiera ningún combate, sino dijérase que la vida vivía en la muerte y la muerte en la vida.

EL ROMERO - ‘‘ROMEO Y JULIETA’’
Acto IV, Escena V
Fray Lorenzo:
Callad, que no es la queja remedio del dolor. Antes vos y el cielo poseíais a esa doncella; ahora el cielo solo la posee, y en ello gana la doncella. No pudisteis arrancar vuestra parte a la muerte. El cielo guarda para siempre la suya. ¿No queríais verla honrada y ensalzada? ¿Pues a qué vino vuestro llanto, cuando Dios la ensalza y encumbra más allá el firmamento? No amáis a vuestra hija tanto como la ama Dios. La mejor esposa no es la que más vive en el mundo, sino la que muere joven y recién casada. Detened vuestras lágrimas. Cubrid su cadáver de romero, y llevadla a la iglesia según costumbre, ataviada con sus mejores galas. La naturaleza nos obliga al dolor, pero la razón se ríe.

BELLADONA - ‘‘ROMEO Y JULIETA’’

Acto II, escena III
Fray Lorenzo:
Ya la aurora se sonríe mirando huir a la oscura noche. Ya con sus rayos dora las nubes de oriente. Huye la noche con perezosos pies, tropezando y cayendo como un beodo, al ver la lumbre del sol que se despierta y monta en el carro de Titán. Antes que tienda su dorada lumbre alegrando el día y enjugando el llanto que vertió la noche, he de llenar este cesto de bien olientes flores y de yerbas primorosas. La tierra es a la vez cuna y sepultura de la naturaleza, y su seno educa y nutre hijos de varia condición, pero ninguno tan falto de virtud que no dé alimento o remedio o solaz al hombre. Extrañas son las virtudes que derramó la pródiga mano de la naturaleza en plantas, piedras y yerbas. No hay ser inútil sobre la tierra por vil y despreciable que parezca. Por el contrario, el ser más noble, si se emplea con mal fin, es dañino y abominable. El bien mismo se trueca en mal y el valor en vicio, cuando no sirve a un fin virtuoso. En esta flor que nace, duermen escondidos a la vez medicina y veneno: los dos nacen del mismo origen, y su olor comunica deleite y vida a los sentidos, pero si se aplica al labio, esa misma flor tan aromosa mata el sentido. Así es el alma humana; dos monarcas imperan en ella, uno la humildad, otro la pasión; cuando ésta predomina, un gusano roedor consume la planta.

LA VIOLETA - SONETO XCIX

Reprendía así a la violeta temprana: “Dulce ladrona, ¿de dónde has robado el perfume que exhalas sino del aliento de mi amor? La reluciente púrpura que colora tus delicados pétalos las ha teñido evidentísimamente en sus venas”.
Reprochaba al lirio por imitar tus manos, y a los botones del almoraduj por apropiarse de tus cabellos; las rosas sosteníanse temblorosamente sobre sus espinas; la una, sonrojada de vergüenza; la otra, blanca de desesperación;

Una tercera, ni roja ni blanca, había tomado un poco de las dos, y a su hurto añadido tu hálito; pero, por su robo, una oruga vengadora la roía de muerte en todo el orgullo de su florescencia.

He reparado en otras muchas flores; mas no he visto ninguna que no te haya robado su perfume o su color.

LA MENTA - ALHUCEMA — AJEDREA - ALMORADUJ / ‘‘CUENTO DE INVIERNO’’

Acto IV, Escena III
Perdita:
He aquí flores para vos: la ardiente alhucema, menta, ajedrea, almoraduj; la caléndula, que se acuesta con el sol y, llorando, se levanta con él. Son flores del medio verano, y creo que las que se dan a los hombres de una edad media. ¡Sed muy bien venidos!







LA ROSA - SONETO LIV


¡Oh! ¡Cuánto más bella parece la belleza por el dulce atractivo que le presta la espiritualidad! La rosa se nos ofrece encantadora; pero más encantadora la hallamos por el suave perfume que reside en su seno.
Las flores del escaramujo poseen matices tan vivos como los perfumados pétalos de las rosas; prenden de iguales tallos espinosos, y se balancean con idéntica voluptuosidad cuando el hálito del estío entreabre la envoltura de sus capullos.

Pero no tienen otra virtud que su apariencia; viven sin ser solicitadas; y, marchitas sin llamar la atención, mueren por sí propias. No así las rosas fragantes; de sus finos despojos se fabrican las más finas esencias.
Así de vos, hermoso y amado adolescente, vuestros encantos se marchiten, mis versos destilarán vuestra espiritualidad.

EL ROBLE - ‘‘SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO’’

Acto II, Escena I
Puck:
El rey celebra aquí sus fiestas esta noche. Cuida de que la reina no se presente ante su vista, pues Oberón está muy enfurecido contra ella porque lleva de paje un hermoso doncel, robado a un monarca de la India. Jamás había poseído ella un objeto sustraído tan encantador; y el celoso Oberón querría hacer el muchacho caballero de su séquito, para recorrer los bosques inaccesibles; pero ella retiene por la fuerza al amado mozalbete; lo corona de flores y cifra todas sus alegrías en él. Y por eso ahora nunca se encuentran en gruta, pradera, fuente o a la brillante e indecisa luz de las estrellas, sin que se querellen de modo que todos sus duendes, llenos de miedo, se deslizan dentro de la corteza de las bellotas y se esconden allí.

ROMERO - TRINITARIAS - HINOJO - RUDA / ‘‘HAMLET’’

Acto IV, Escena V
Ofelia:
He aquí romero que es para la memoria; acuérdate, amor mío, te lo ruego; y aquí trinitarias, que son para los pensamientos.

Laertes:
Una lección en la locura; pensamientos y recuerdos, ¡todo bien acorde!

Ofelia:
Aquí os traigo hinojo y aguileñas. Aquí, ruda para vos, y también algo de ella para mí; nosotros podemos llamarla hierba de gracia de los domingos. ¡Ah!, mas vos habéis de llevar vuestra ruda de un modo distinto. Ahí va una margarita. Bien quisiera ofreceros algunas violetas; pero se marchitaron todas cuando murió mi padre. Dicen que tuvo un buen fin.

EL GRANADO - ‘‘ROMEO Y JULIETA’’

Acto III, Escena V
Julieta:
¿Tan pronto te vas? Aún tarda el día. Es el canto del ruiseñor, no el de la alondra el que resuena. Todas las noches se posa a cantar en aquel granado. Es el ruiseñor, amado mío.

Romeo:
Es la alondra que anuncia el alba; no es el ruiseñor. Mira, amada mía, cómo se van tiñendo las nubes del oriente con los colores de la aurora. Ya se apagan las antorchas de la noche. Ya se adelanta el día con rápido paso sobre las húmedas cimas de los montes. Tengo que partir o si no, aquí me espera la muerte.

Julieta:
No es esa luz la de la aurora. Te lo aseguro. Es un meteoro que desprende de su lumbre el sol para guiarte en el camino de Mantua. Quédate. ¿Por qué te vas tan luego?

 

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