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COMENTARIO:
"Macbeth" sin salida
Por Juan Antonio Muñoz
El Mercurio, sábado 15 de enero de 2000

-Patricio Molina es uno de los tres actores que interpreta a Macbeth

En "Macbeth" (1606, aproximadamente), Shakespeare describe con una belleza pavorosa las pasiones humanas más turbias y pone también al ser humano en litigio con su propia naturaleza.

El montaje de "Macbeth" de la compañía El Cancerbero, dirigido por Andrés Céspedes, se hace cargo total de las tremendas palabras de Víctor Hugo en su "Manifiesto Romántico": "...en materia de horror (Shakespeare) va mucho más lejos que la misma Historia, lo cual es difícil". Céspedes se encargó de que el drama asfixiara toda posibilidad de esperanza y no administró ningún calmante para la angustia. Su Shakespeare nace de lo terrible y fluye hacia lo terrible. No deja escapatoria, y eso lo hace de estremecedor impacto.

La compañía, con escafandras, recibe en la puerta de entrada del Teatro Huemul y hace ingresar de cuatro en cuatro a los espectadores, quienes verán la obra de pie.

"Macbeth" inicia entonces su desarrollo, apoyado por atractivos efectos de humo artificial y luces, que recortan y proyectan las figuras de los actores, y que provocan pequeñas zonas de luz y profundas oscuridades al interior de la sala. Todo el teatro se ocupa durante la representación. Los actores deambulan por los tres pisos y el público es invitado al primer balcón para presenciar desde lo alto la escena final. Además, la boca del escenario es utilizada constantemente para la proyección de imágenes, todas de gran poder sugestivo, que completan la acción y proponen nuevos sentidos a las palabras.

El primer peligro de este montaje es que quienes no conozcan la trama pueden confundirse. Sucede que se optó por desestructurar la obra, centrándola en las meditaciones de Macbeth. De hecho, comienza por el final, con el tirano advertido que sobre él avanza la selva de Birnam.

La historia en sí misma, entonces, no está en escena sino que se sabe de ella a través de lo que dicen los actores. Tampoco Lady Macbeth es un personaje: se optó por la voz en off de Paula Zúñiga y por una suerte de máscara que se mueve lentamente por la sala.

Son tres los actores que encarnan a Macbeth, lo que es una solución entretenida y da a la acción un ritmo cinematográfico. Sin embargo, esto debilita el desarrollo mental del personaje. En ese marco, la más poderosa de las presencias la tiene Paulo Meza, de amplios recursos vocales, capaz de la introspección necesaria y que sabe dosificar su gestualidad. El tiene a su cargo, entre otras, la escena previa al asesinato de Duncan y la del fantasma de Banquo, y expone intensamente la tragedia del hombre que no puede escapar de sí mismo.

La brutalidad del Macbeth final está bien servida por Patricio Contreras, apoyado en una presencia física más salvaje. Patricio Molina se observa en retrogrado, por no remitir más que a la superficie de las preguntas que se hace Macbeth. En cambio, él mismo resuelve muy bien a Macduff, quien da muerte al tirano.

Se extraña el personaje de Lady Macbeth, quizás el más difícil de todos. Aunque Paula Zúñiga expresa a través de su voz el horrible mundo espiritual de esta mujer y su terminal desvarío, eso no es suficiente ni para dar cuenta del poder que ejerce sobre su marido ni para proyectar los diálogos que sostiene con él. El montaje ganaría mucho si ella estuviera en escena.

Shakespeare sigue vigente porque él fue un dramaturgo-poeta, lo que indica que la tensión dramática está entrelazada con la textura del verso. Es la poesía (no únicamente de los soliloquios, sino también la de los pasajes más vívidos del tira y afloja entre personajes) lo que debiera hacer que el público saltara de sus asientos. Una poesía que llega al corazón de los asistentes y que a través de sus corazones accede a sus cabezas.

Esa es la razón por la cual la poesía no puede perder su carácter. El director debe recordar que el texto es una partitura que hay que orquestar, y entrenar a los actores para que sepan llevar el ritmo y el tiempo, la cadencia y la entonación, el ascenso y descenso de la voz. Paulo Meza comienza a dominar esto y también lo hace Paula Zúñiga en sus grabaciones en off, pero el resto de los actores todavía tiene mucho que trabajar.

Las producciones shakespearianas en la actualidad suelen padecer de dos enfermedades: la enfermedad del naturalismo, que termina por frivolizar el orden superior a que están sujetas estas obras, y la enfermedad de las ideas inteligentes. Este montaje del Cancerbero responde mejor a este último diagnóstico, donde el director detecta el problema y trata de superarlo.

La receta de Andrés Céspedes tiene altibajos, pero el conjunto es poderoso en sugestión e interpela al público de manera profunda y directa a la vez. Es cierto que hay chorreos de sangre (ineludibles) y que la historia fue desarticulada, pero los tópicos fundamentales están abordados y quedan claros tanto a un espectador iniciado como al que se enfrenta por primera vez al texto.

"Macbeth". Funciones de viernes a domingo, a las 21:30 horas, en el Teatro Huemul (Bío Bío 1377). Reservas al 6965142.

 

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