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"MAC
TV":
El dramaturgo y director Leonardo Bustos ofrece una interesante interpretación de "Macbeth", de William Shakespeare. Así como Macbeth es el asesino del sueño, porque mientras dormía apuñaló al rey Duncan, en la obra de Leonardo Bustos la TV en cierto modo también arruina el sueño (el de cada noche y el de la vida), resulta falsa en su acercamiento a la realidad y es invasiva, al punto de atiborrar los espacios cotidianos e impedir o fragmentar la reflexión. También se la observa como falaz escape y ratonera; en ese sentido, es sintomática la terrible imagen de Macbeth aferrado a un televisor y llamando a su madre. "Mac TV" (1 hora de duración), basada en la "tragedia escocesa" de William Shakespeare, es un destilado de la relación de pareja que establece el fatal matrimonio. Una tragedia a puerta cerrada, con la televisión omnipresente, en la cual se indaga qué impele a cometer un crimen o a tomar decisiones que terminan por ser autodestructivas. La premisa del dramaturgo Leonardo Bustos es que la influencia de los medios de comunicación en todo esto es radical, con lo cual rubrica la existencia de un pensamiento humano débil, errático y sin personalidad y no el hecho de un carácter resuelto y certero en su opción por el mal. Es la idea de Shakespeare, por lo demás, quien no necesitó recurrir a la influencia externa para esto, sino que encontró en el propio interior del hombre la fibra impulsora: las brujas de "Macbeth" viven en el personaje y salen al camino porque Macbeth mismo las invoca. Vale decir, son previas y preexistentes en nuestra naturaleza feble, y no un medio que se sintoniza. Macbeth mismo es el caldo de cultivo de su propia destrucción. Bustos olvida que para que la TV penetre tiene que ser prendida por alguien. Shakespeare ya lo sabía. "Mac TV" está construida sobre el frío y moderno universo de cuero blanco y metal propuesto por el diseñador teatral y artista plástico Raúl Miranda. Los elementos fundamentales son una escalera semi-circular, un sillón rojo (el trono obtenido a través de la sangre) y el bombardeo de imágenes proveniente de 30 aparatos de televisión (un sugestivo zapping permanente de lo que se ve en el transcurso de la semana, editado por Claudia Iglesias). Todo eso genera una imagen compleja pero también muy limpia, abstracta casi, desde la cual el dramaturgo y director levanta un diálogo que alterna fragmentos originales con otros debidos a Shakespeare. Bustos conduce bien su tesis y comenta - ya sea a través de las palabras o del trazo escénico- algunas de las opciones del inglés. Por ejemplo, el ataque de risa de Lady Macbeth cuando recuerda el asesinato o esa suerte de dúo con tintes operáticos que declaman los intérpretes, en abierto quiebre con la opción actoral previa. Bustos calza a la perfección las expectativas del texto con la opción escénica, al punto de que cada uno de los aspectos se completa en el otro. Si los diálogos están fragmentados, terminan en el gesto o en el movimiento. Si la imagen se detiene, el texto induce al desarrollo. Así, todo su laboratorio teatral tiene un sentido y un ritmo. Además, genera una verdadera partitura de ruidos proveniente de la escalera; ella y él ascienden o descienden de distinto modo a medida que avanza su discurrir interno. Y no cambia sólo el ruido sino también el modo en que lo provocan. Cuando Lady Macbeth, insolente, interroga ¿Entonces para qué asesinaste a Duncan? baja resuelta y ufana de su pregunta. El, en cambio, lo hace a tientas, porque no sabe qué responder. Hay ciertas ideas interpretativas de Bustos que son de mayor alcance que la de la influencia de la TV: la constatación de que el daño infligido a otros implica siempre un daño personal profundo y terminal; el hecho de que Macbeth no pueda seguir amando después del crimen, aparejado a una velada interrogante acerca de si ella puede o no hacerlo; y la frase en que Lady Macbeth espeta que ha abortado su propio nombre, en referencia a que Shakespeare se refiere a ella siempre como la señora de.... Otro punto interesante es el sexo. La tensión erótica está presente desde el primer instante, pero a través de imágenes y no de palabras. Es un tema difícil de conceptualizar y acotar en palabras, al igual que la eterna pregunta acerca de los hijos que Lady Macbeth nunca tuvo, no abordada en este caso. Coca Guazzini realiza un trabajo de gran exactitud. Milimétrica en su evolución, dosifica la intensidad, provoca los climas, alterna el gesto amplio con otros recursos de detalle exhaustivo, entiende los múltiples sentidos de las palabras. Es ella la que domina la acción y la que induce: como Lady Macbeth. Sería muy interesante verla en el mismo papel en una versión del original de Shakespeare. Sebastián León aporta una presencia escénica de héroe guerrero abatido y una voz resonante en términos expresivos. Todavía le hace falta ahondar en los sentidos últimos de las frases, lo que se irá dando con el tiempo. En ambos casos, la utilización del cuerpo es notable, desde la sutileza de esa suerte de rito de purificación del comienzo hasta el baile simultáneo que provocan la aparición en pantalla de "Don't give up", la Carrá, Camilo Sesto y "Grease". El público debe saber que la escenografía de la obra es una instalación que puede ser visitada durante el día. "MAC
TV".-
. Hasta el 1 de octubre, viernes y sábado a las 21 horas, y domingo,
a las 20. Sala Blanco, Museo de Bellas Artes.
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