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TEATRO / LA TEMPESTAD:
Shakespeare al rojo, con música y video
Por Juan Antonio Muñoz
El Mercurio, lunes 7 de enero de 2002

Tito Bustamante encarna a Próspero

"La tempestad", de William Shakespeare, es una obra que guarda mucha cercanía con "Como gustéis". En una y otra se trata el caso de un duque legítimo que es enviado al exilio por un hermano usurpador; en ambos casos, además, el responsable se arrepiente y todo vuelve a la normalidad, pudiendo el usurpado terminar sus días reinando en paz.

Pero lo más sorprendente en términos de cercanía es que en ambas la acción tiene lugar en un sitio lejano, extraído del mundo "civilizado". Como si el autor quisiera decir que la posibilidad de cambio y perdón, donde la magia es parte natural de lo humano, pervive en una zona - interior o exterior- a la que hay que estar preparado para llegar. La isla de "La tempestad" - o el bosque de "Como gustéis" y de "Sueño de una noche de verano"- está más allá de los márgenes; es por eso que allí se realizan las transmutaciones de los elementos y también de las almas.

FICHA:

Dirección: Cristián Keim
Elenco: Compañía Tercer Acto
Duración: Una hora y 45 minutos
Lugar: Sala de las Artes, Estación Mapocho
Funciones: De jueves a domingo, a las 21:00 horas

"La tempestad" es una obra difícil, que se presta a interpretaciones variadas y en la que el sentido es difícil de atrapar. Los elementos de alquimia están entramados con otros de humanidad muy gruesa (los excesos de Trínculo y Esteban, las urgencias sexuales de Calibán) y todos los personajes viven en un cerco contradictorio: entre el amor y el odio, el perdón y la venganza, el conocimiento y la ignorancia.

Cristián Keim dirigió y condensó la obra, consiguiendo narrar la historia y poniendo énfasis en la curiosa relación entre Próspero y Ariel, tan delicada y compleja. También hizo algunos cambios, como convertir a Alonso, Rey de Nápoles, en Reina. Su mano es certera en mostrar lo que a su juicio es importante y sabe utilizar los recursos (luz, video, música, danza, acrobacia) en escenas que resultan a veces irrepresentables, como la tempestad inicial (notable trabajo del vi-deasta Eduardo Cerón).

No se comprende, en cambio, la elección del color rojo del escenario (una cámara de 8 metros de fondo por 12 metros de ancho) y del vestuario de espíritus y músicos, porque aparta del tono de ensoñación que tiene la obra. La estructura metálica base sirve para la abstracción, lo que es importante, pero resulta rígida en la creación de atmósferas, en especial cuando hay un color tan omnipresente.

En la conducción de actores, el trabajo es disparejo, ya que el reparto reúne gente de muy distinta experiencia y de diferentes generaciones, lo que hace tambalear la unidad. En tal contexto, destaca Tito Bustamante, cuya voz envolvente aporta la dignidad y describe la superioridad espiritual de Próspero. Hay personajes que están encaminados, como Ariel, cuya concepción tiene encanto, pero los jóvenes deben todavía trabajar mucho para sumergirse en el poder de la palabra de Shakespeare y en las mil implicancias que arrastra su mundo.

Finalmente, la música, un elemento clave en "La tempestad" y que está indicada con canciones y danzas dentro de la estructura de la obra. Todo el espectáculo cuenta con una partitura original (dirección de Álvaro Cabrera) ejecutada en vivo por un ensemble de flauta, viola, percusión, clarinete y contrabajo, que aporta un mundo tímbrico y rítmico que ayuda a transmitir los contrastes expresivos de la pieza.

Una nota para terminar. Es una lástima que un trabajo serio como éste se vea empañado por las condiciones en que se presenta. En la función del sábado 5, el marco sonoro fue el del recital de Franco Simone. Es increíble que la Estación Mapocho no tenga estas cosas en cuenta a la hora de programar. Y que no se lo advierta al público.


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