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Dar la mano a alguien del sexo opuesto: La prohibición musulmana que se debate en Europa

Mientras una pareja vio negada su ciudadanía, una mujer ganó una demanda, acusando discriminación. En ambos casos, sus protagonistas no estrecharon la mano de personas, argumentando motivos religiosos.

24 de Agosto de 2018 | 17:23 | Redactado por Ángela Tapia F., Emol
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"La Constitución y la igualdad entre hombres y mujeres prevalecen sobre el fervor", dijo una autoridad suiza.

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SANTIAGO.- Dar la mano, un gesto que para Occidente es una forma natural de saludo y despedida, es visto con mucha más complejidad por una interpretación del islam, que prohíbe hacerlo con personas del sexo opuesto, si no se trata de un familiar cercano. Y dos recientes casos dan muestra del debate que esta diferencia cultural abre en Europa. En sociedades que buscan un trato igualitario, ¿deben hacerse excepciones como muestra de respeto hacia otras culturas?

El pasado 15 de agosto, un tribunal administrativo laboral de Suecia dio la razón a Farah Alhajeh, mujer sueca de 24 años, musulmana, que acusó a una empresa de haberla discriminado en 2016 por su rechazo a estrechar la mano de uno de los hombres que le hizo una entrevista de trabajo.

Según explicó la propia demandante, al momento del saludo, llevó su mano al corazón, sonrió y se justificó por motivos religiosos, tal como suele hacerlo siempre que ha estado en la misma situación. Sin embargo, su comportamiento no fue bien recibido y le pidieron que se retirara del lugar.

"El rechazo de la mujer a estrecharles la mano a personas del sexo opuesto es una manifestación religiosa protegida por el noveno artículo de la Convención Europea de Derechos Humanos", dijo el tribunal en un comunicado, acerca del fallo que estableció el pago de 40 mil coronas (casi 2 millones 900 mil pesos) por parte de la empresa hacia Alhajeh.

Pero una pareja musulmana no corrió la misma suerte en Suiza. En la ciudad de Lausana, al suroeste del país, un comité rechazó darles la ciudadanía a un hombre y a su esposa, luego de que ambos se negaran a estrechar la mano de los miembros del sexo opuesto que evaluaban la decisión, y que vieron el hecho como una falta de adaptación a las costumbres occidentales.

"Cuando se quiere la nacionalidad de un país, se debe asentar en el respeto de su orden legal y de igualdad entre hombres y mujeres", argumentó Grégoire Junod, alcalde de la ciudad.

Por su parte y en concordancia con el edil, el vicealcalde Pierre-Antoine Hildbrand dijo que "la Constitución y la igualdad entre hombres y mujeres prevalecen sobre el fervor". "Asumo totalmente haber propuesto el rechazo de naturalización", agregó a AFP.

Una cuestión de igualdad y tolerancia

Este tema ha sido un punto de discusión desde hace años en Europa. Precisamente en Suiza, el año 2016, se armó un gran revuelo público por la decisión que tomó un colegio al eximir a dos alumnos sirios de tener que darles la mano a sus profesoras, una práctica común en los establecimientos educacionales de ese país. Pero tras las críticas que recibió la medida, tuvieron que anularla.

Y mientras en Francia ya se había establecido que el rechazo de las mujeres argelinas a dar la mano a oficiales varones era motivo suficiente para negarles la residencia, un político musulmán debió retirar su candidatura para liderar el Partido Verde de Suecia, tras una avalancha de críticas por no estrechar la mano a las mujeres.

"En Suecia nos saludamos y damos la mano tanto a hombres como mujeres (…) Apoyo e impulso la igualdad entre personas", dijo entonces, en 2016, el Primer ministro Stefan Lofven.

Por eso, a raíz del caso de Farah Alhajeh, vuelve a surgir con fuerza el debate sobre las costumbres religiosas y los códigos locales de educación social.

Según la defensa de la empresa demandada, no se puede permitir que los trabajadores hagan distinciones entre sus compañeros en función del género. Y si bien la justicia le dio la razón en cuanto a exigir un trato igualitario, esta indicó que no se puede obligar a los empleados a saludarse con un apretón de manos.

"Vivimos en una sociedad en la que es necesario tratar de la misma forma a mujeres y varones. Eso lo sé porque soy sueca", dijo Alhajeh a New York Times. "Y debo practicar mi religión de una manera sueca que sea aceptable", añadió.
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