Muchas anécdotas se guardan de la visita privada del San Josemaría a Chile. Fueron once días intensos en donde él debió apretar su agenda para poder dar respuestas a todas las solicitudes.
Escrivá de Balaguer llegó el 28 de junio de 1974 a Santiago acompañado de sus colaboradores más cercanos, los entonces sacerdotes Álvaro del Portillo y Javier Echevarría, actual prelado.
Sostuvo un sinnúmero de encuentros privados y tertulias abiertas con familias vinculadas a la Obra en el Centro de Cultura Universitaria Alameda y en el galpón del colegio Tabancura, ubicado en Las Hualtatas. En ese “barracón”, como él lo definió (y que se mantiene hasta hoy), abordó las más diversas inquietudes de sus seguidores.
Durante su estada, Escrivá de Balaguer sufrió las inclemencias del tiempo y pese a sus deseos de ver la cordillera de Los Andes, de la cual tanto le habían hablado, que en los primeros días, tuvo que conformarse con “hacer fe” de que ahí estaba.
El 5 de julio aceptó la invitación que le extendieron las monjas Carmelitas Descalzas para que las visitara en el convento de Pedro de Valdivia. Tras revisar su agenda comprobó que no había ni un espacio libre; entonces dijo: “vamos de inmediato”. Ahí tuvo oportunidad de conocerlo el hoy beato Francisco José Valdés Subercaseaux, próximo a ser elevado a los altares. El fraile acompañaba a las religiosas y lo escuchó desde un costado apartado de la habitación; luego se mostró fascinado por la forma como el Santo hablaba de Dios.
Su única salida fuera de Santiago fue para realizar una romería al Santuario de Lo Vásquez, donde rezó el rosario.
Asimismo, la única entrevista oficial la sostuvo con el cardenal Arzobispo Raúl Silva Henríquez, ya que declinó todas las demás para resaltar el carácter pastoral de su gira.