UN MODESTO COMIENZO

En un principio, el elemento distintivo de este concurso era estar dirigido a jóvenes músicos sudamericanos. Con este elemento en cuenta, el equipo encabezado por Izidor Handler (coordinador y director ejecutivo), Carlos Ansaldo y Vicente Gaponov se abocó a la tarea de elaboración de bases, propuesta de un jurado, promoción, selección de los concursantes y búsqueda de financiamiento.

Desde un principio, se contó con la ayuda del Ministerio de Relaciones Exteriores a través de su Dirección de Asuntos Culturales e Información, apoyo que se mantiene hasta hoy.

Sin embargo, el ingenio era el elemento primordial a la hora de conseguir los recursos para llevar a cabo el concurso. Luis Urzúa recuerda: “En cuanto al financiamiento, la Corporación Cultural Orquesta Sinfónica Regional podía aportar parte de su subvención del Casino Municipal, pero fue decisiva la concurrencia del Canal 4 de Televisión (UCV), con cuyo director, don Carlos Meléndez, firmamos un contrato en el que se comprometió a cancelar los pasajes de los concursantes a cambio de la difusión del Concurso. El saldo restante debía obtenerse de la venta de entradas”.

La expectación que causó esta nueva actividad fue notoria en la presencia de autoridades de rango ministerial, la visita de Witold Malcuzynski como observador especial, y la cobertura de prensa.

Previa ceremonia y sorteo, a las 15 horas del día 7 de octubre de 1974 se iniciaron las audiciones eliminatorias con un jurado presidido por el pianista nacional Oscar Gacitúa e integrado mayoritariamente por músicos asimismo chilenos, como Federico Heinlein, Arnaldo Tapia Caballero, Carlos Botto, Elvira Savi y Margarita Doménech.

Estos comienzos modestos, incluso precarios, no hacía imaginar la permanencia que este certamen ha tenido hasta la actualidad. En todo caso, ya en la clausura de la primera versión se anunció que la siguiente tendría convocatoria más amplia que la continental. Y es así como en la versión de 1975, consagrada al canto lírico, concurrieron jóvenes músicos de España, Estados Unidos y Corea del Sur, además de los sudamericanos.

Cabe destacar que, en orden a hacer atractivo este concurso y evitar la monotonía que podría significar dedicarlo a un solo instrumento o solamente a canto, se optó por realizarlo en diversas menciones, que se irían alternando cada año, en la siguiente secuencia: piano, canto, violín y cello.

Por un lado, se desestimó la idea de crear también una mención en dirección orquestal; y por otro, en 1983 se agregó la mención guitarra, en una decisión no exenta de audacia, acierto que más tarde sería confirmado por sus resultados.

 

 

 
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