Charles Aznavour
Charles Aznavour saluda en inglés a la encargada de su sello disquero, responde en francés una primera pregunta y, sobre la marcha, interroga en castellano acerca de los nombres de las canciones del disco que acaba de aparecer en Chile, “Mi canto al amor”. “¿Está “Las 2 guitarras”? ¿Está “Ayer aún”?”, pregunta, con ligero pero claro acento parisino al pronunciar los títulos. “Ah, entonces es el mismo disco que han editado para España”. Al teléfono en su oficina en París, Aznavour viene llegando desde Miami, donde acaba de ejercitar algunas de esas canciones ante una audiencia que lo conoce en inglés y español, y desde Canadá, donde debe arreglarse para congeniar con públicos que lo exigen en inglés y francés. Y en apenas unos segundos de conversación sigue mostrando lo cosmopolita de su ciudadanía. “Me gusta mucho la lengua española”, dice, ya instalado en su idioma natal. “Es muy agradable de cantar y para mí no es difícil porque es una lengua latina”. - En Chile la gente conoce sobre todo sus éxitos de los años ‘60. ¿Eso no lo aproblema? “Conocen los antiguos porque no he hecho nuevas versiones en español”, se apresta a aclarar. “Esta es mi primera grabación en español desde hace mucho tiempo. El traductor que tenía en España murió, los demás envejecieron, hasta que encontré a un profesor de español”. - ¿Con su público en Francia pasa lo mismo, ellos reciben sus nuevas canciones? “En Francia, si un artista no está mostrando siempre sus nuevas canciones, al público no le gusta... Cada vez que un artista, después de dos o tres años, vuelve a presentarse en un music hall en París, es absolutamente necesario que lo haga con nuevas canciones. Eso forma parte de nuestra tradición y es muy importante porque permite al artista renovarse. La voz de Aznavour se oye bastante más joven que lo que pueden acusar sus 73 años de edad: de acentuación rápida, enérgica a veces, sin asomo de falsa modestia, es el habla de alguien que ha ganado el convencimiento que da la madurez sin perder la agilidad que da la juventud. No hay nada que Aznavour no responda al minuto y avec plaisir, con placer, como dice, al empezar a conversar sobre sus maestros. “Inspirarse no es la palabra, pero digamos que continué una tradición abierta por Charles Trenet en Francia. Y eso ya es algo: él es el más grande”, sonríe. - ¿Qué diría que agregó usted a esa tradición? “Oh, algo importante que puedo decir que agregué es que fui el primero en cantar sobre yo”, dice, y repite en castellano: “Yo”. “Antes era siempre usted, se contaban historias pero nadie hablaba de su propia vida, y justamente yo traje eso a la canción francesa. Escribí mucho acerca de hechos sociales y fui el primero en interesarse en los problemas de la pareja, no simplemente de te amo, me amas, ya no te amo más, adiós, buenos días”.
Con un catálogo personal de unas 300 canciones diseminadas en más de cincuenta discos y con éxitos universales como “Venise sans toi” (“Venecia sin ti”) o “La bohème” (“La bohemia”), Aznavour ha cultivado la voz francesa más popular en el mundo, sin dejar que la influencia del crooner ni del rock norteamericanos la permearan mayormente. En una canción como “Formidable” incluso se permite bromear al respecto inventando juegos de palabras que empiezan en inglés y terminan en francés, como For me... dable o Very... table. “Es una canción que escribí de ese modo para divertirme, pero hay canciones más importantes”, repara. “Hay una que se llama “Comme il disent”, por ejemplo. “Como dicen”, está en el nuevo disco. ¿La ha escuchado? Es una canción que habla acerca de la homosexualidad; ésa es una canción importante. Porque hablo de un tabú, hablo de algo que se suele esconder, de hechos sociales. Es preciso escribir canciones como “Formidable”, pero también de otro tipo, poéticas. “Formidable” no es una canción poética, es divertida, encantadora”. - Y le permite reírse un poco a costa de los crooners norteamericanos. ¿Diría que ha hecho un esfuerzo por “mantenerse francés”? “Soy francés, claro que sí. Pero mi real identidad es ser Aznavour, no es ser francés. Es lo que yo aporté a la canción francesa lo que se volvió francés, pero al comienzo partió siendo Aznavour, puesto que había llegado de Armenia y que hay en mí cosas que son muy orientales, después de todo”. Nacido en el barrio latino de París el 22 de mayo de 1924 y bautizado como Varenagh Aznavourian, Charles Aznavour cuenta con un pasado armenio aunque sus padres no hayan tenido exactamente esa nacionalidad, como se ocupa de precisar. “Mi padre nació en Georgia y luego se estableció en Armenia. Y mi madre nació en Turquía. Luego se fueron por el genocidio armenio de la Primera Guerra y pensaban llegar a América, pero Francia los atrapó en el camino”. “Mi padre era cantante y mi madre, actriz, de modo que vivíamos cantando. Y no había escuela para aprender a hacerlo”, continúa. “Sabe usted, la canción es una expresión popular, de la calle, y la gente que se dedica a cantar era un poco como los boxeadores, porque hay una posibilidad de levantarse y surgir en un medio en el que, aunque no hay que hacer grandes estudios ni saber demasiadas cosas, es difícil. Es un arte popular”. - En una película que rodó muchos años después con Truffaut, “Tirez sur le pianiste”, su personaje trata de vencer la timidez comprando manuales. Usted ha hablado a menudo de su propia timidez. ¿Tuvo que vencerla de un modo parecido? “No exactamente. No compré nada para investigar sobre la timidez, pero me las arreglé para ser menos tímido. La notoriedad, usted sabe, siempre da posibilidades. Pronto aprendí que ya no tenía que temer abrir una puerta, porque cuando la abriera ya sabía que quien estuviera atrás me conocería”. - ¿Es por eso que empezó a cantar? ¿Para ganar aprecio? “No. Empecé a cantar para ganarme la vida”, ríe. “Fue algo mucho más urgente”. - Usted partió como bailarín y siguió como actor. ¿Por qué dejó el canto para el final? “No fui exactamente yo... fue el teatro. En un momento ya estaba demasiado viejo para ciertos roles y demasiado joven para otros, y empecé a sentirme abandonado por el teatro. Comencé a trabajar en revista y al poco tiempo allí fui contratado como cantante. Pero no quería ser cantante”. - ¿Y qué le hizo cambiar de opinión? “Al comienzo, la canción no me interesaba; lo que me interesaba era el teatro. Luego, por la fuerza de las cosas, y cuando el público me dio el éxito que me dio, continué cantando”. En familia Un nombre determinante en la decisión de Aznavour de dedicarse a la música fue el de la cantante Edith Piaf, la primera que lo acogió como compositor. Un nombre que, cuando él lo evoca, reduce simplemente a “Piaf”. “Hasta su muerte fui su cómplice y su amigo. Me entendía muy bien con ella, teníamos un pensamiento similar en la canción”, dice. - ¿Qué tenían en común? “¿Que qué teníamos en común? ¿Con Piaf? La calle. Lo popular. Eramos gente de la calle, ella y yo. Note usted que la música popular ha sido siempre muy importante en Francia. Siempre. Se cantaba en las calles, se cantaba en los bailes, en los music halls, pero no era considerada al nivel de la música clásica. Hoy la música francesa es algo clásico. Pero no es a causa de la música, sino de las letras. Los más grandes chansonniers, como dice usted, son hombres que han escrito grandes letras”. Y el más importante es Charles Trenet. El abrió la puerta a todos.”. - Pero hay diferencias entre cantantes como Brassens y usted, por ejemplo. Usted es más conocido por la canción de amor. “Escuche: en el extranjero se conoce sobre todo mi obra romántica, y se conoce menos mi obra, cómo definirla, más fuerte, más profunda, menos popular. Por cierto “Venecia sin ti” o “La mamma” son canciones para salir al mundo. Pero no todas estan hechas para salir al mundo. Yo escribo un poquito de todos los géneros de la canción. No estoy especializado en canción de amor ni en canción literaria ni en canción poética. Escribo de todas formas de canciones”. - ¿Hay alguna de ellas que le atraiga más? “Lo que amo por sobre todo es escribir”, sonríe. “Lo que amo es la buena versificación, la frase que cae bien, una frase capaz de liberarse hasta de la misma canción, lograr una o dos líneas poéticas, entiende. Eso es lo que amo”. Con tres matrimonios, cuatro hijos y radicado en Suiza junto a su tercera esposa, Ulla Thurcel, Charles Aznavour continúa escribiendo canciones y a menudo ha invitado a su propia familia a unirse a su oficio. Patricia, su hija mayor, administró durante un tiempo sus asuntos. “Ahora vive en Estados Unidos y cría a sus hijos”, dice el cantante. “Katia, mi hija menor, trabaja haciendo coros conmigo, y mi hijo trabaja en una editorial y se ocupa de las canciones”. - ¿Cómo ha cambiado el modo de hacer música popular en este tiempo? ¿El rock dividió al público, el cantante antes era una figura más universal? “No se puede decir que haya pasado algo en particular, porque todas las épocas han traído nuevos ritmos, el jazz, el rock, el tango, la bossa nova, y seguirá pasando lo mismo. Es normal. Yo no hago rock and roll , canto para el público en general, de todas las edades. Jóvenes, adultos y viejos. Antes hacía dos semanas en un music hall de dos mil plazas en París, y con el tiempo he avanzado a cuatro semanas o seis semanas en music halls de cuatro mil plazas. Y hace poco hice nueve semanas. Y no puedo atraer a tanta gente si no son los jóvenes los que están viniendo”. - ¿Qué cantantes de estos días le parecen interesantes? “Usted sabe, hay los que quedan y los que desaparecen. Siempre va a haber buenos cantantes, y los hay en el mundo entero. Aquí me gustan Barbara, Serge Lama, y también Ray Charles, Julio Iglesias, Barbra Streisand. En Chile, sin ir más lejos, ustedes tienen a Myriam Hernández”. - ¿Ah? “Ah, los sorprendí, ¿eh?”. - ¿Conoce a Myriam Hernández? “No la conozco, pero tengo discos suyos y los encuentro muy bien. Sabe usted, siempre estoy un poco al tanto de lo que pasa en el mundo. No es en todas partes, pero sí un poco de aquí y un poco de allá. Soy un ser curioso”.
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