Edith Piaf

La canción francesa suele visualizarse en tonos sepia y con el recuerdo del paso de la aguja sobre viejos discos de Maurice Chevalier o Edith Piaf. Se le asocia injustamente al pasado, siendo que hoy constituye uno de los movimientos más vivos del arte popular europeo. Y aunque el cliché insista en presentarla con códigos tan añejos como el escenario a oscuras, el acordeón y el pañuelo al cuello; los auditores más perspicaces saben que la nueva generación de cantautores franceses camina en zapatillas y no conoce la gomina. El dinámico y muy interesante movimiento musical que no ha dejado de ambientar Francia desde hace siglos -porque ya la Revolución Francesa tuvo sus "chansons"- merece la detención de oídos abiertos a la posibilidad de encontrarse con sorpresas tales como la mezcla racial, la experimentación dentro del formato canción, o el desgarro de mujeres que le cantan al más fiero feminismo en el idioma del amor. Porque es diversa, pero se apega a una tradición caracterizada por su elegancia, su carácter autoral y su realismo, el conocimiento de la canción francesa merece llevarse mucho más allá del "Non, Je ne regrette rien" o el "Ne me quitte pas". Y aunque sus más grandes nombres (Brassens, Ferré, Gainsbourg, entre otros) ya están muertos o retirados, este reporte mostrará a muy dignos herederos que -desde veredas tan dispares como el rap, la electrónica o el pop- recogen la obligación impuesta por sus ancestros por hacer de un estribillo un asunto de alta poesía.

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