Hubiese bastado una canción para asegurarse la trascendencia
eterna. Pero Gene Vincent (1935-1971) compuso bastante más que
“Be-bop-a-lula”, el hit por el que hoy lo recordamos
mejor. Vincent fue un cantante excepcional, casi siempre como líder
del grupo Blue Caps, y emblema de una concepción de la música
popular apegada a la clase trabajadora y abusada. Pese a su falta de
sofisticación, Vincent resultó una figura señera
para íconos como Jim Morrison (quien, se dice, armó su
look basándose en la imagen de cuero y cigarros de Vincent) y
el mismísimo Elvis Presley. La primera vez que Elvis y su banda
escucharon a Vincent por la radio, “El rey” fue acusado
de estar grabando para otro grupo y sello bajo un seudónimo.
Así de parecidos sonaban ambos, aunque el tiempo fue diferenciando
el estilo valiente y vivo de Vincent, asociado gruesamente a la emergente
rebeldía que por entonces también encarnaba James Dean.
Un accidente de moto durante su adolescencia lo dejó el resto
de su vida con problemas motores, y debió usar durante largos
períodos una prótesis en una pierna. El problema se agravó
con otro accidente automovilístico en 1960, una instancia trágica
que terminó con la vida de uno de sus mejores amigos, el músico
Eddie Cochran. La corta vida de Vincent fue un período turbulento
y de altibajos, que incluyó problemas con el alcohol y el quiebre
de varias sociedades artísticas. Pese a ello, su influencia resultó
vital para los rockeros que comenzaron a trabajar durante los años
sesenta (es uno de los ídolos de Paul McCartney, por ejemplo).
Otros de sus hits son “Lotta Lovin'”
y "Dance to the bop".
Un hit: “Be-bop-a-lu-la”.
Un disco: The screaming end: the best of
Gene Vincent.
Una frase: “No estaría en la música
si no fuera por Gene Vincent” —Jeff Beck.
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