de la política y el espectáculo, entre ellos, Cary Grant, Aga Khan, David Niven, Gloria Swanson, Aristóteles Onassis, Ava Gadner, jefes de Estado y diplomáticos.
Los esponsales fueron, por supuesto, de película. El día amanece con un sol esplendoroso brillando sobre el Principado de Mónaco. La primera dama de Hollywood da el sí ante 600 invitados y 30 millones de telespectadores.
El pueblo de Mónaco les regala un Rolls Royce convertible blanco y crema en el que se dirigen a la fiesta en el court de honor del palacio. De luna de miel, hacen un crucero -en el yate recién estrenado- por Villegranche, España y Córcega. Grace se queja de frecuentes mareos.
Al año siguiente, la feliz pareja tiene a su primera hija, Carolina; en 1958, a Alberto y en 1965 a Estefanía. Grace reluce como princesa real, Rainiero gobierna un próspero Principado y la vida parece sonreírle a ambos.
Hasta aquí todo bien. No obstante, historiadores y revistas del corazón develan una trama muy distinta al cuento de hadas del siglo XX.
Retrocedamos a 1949, año de la coronación de Rainiero Louis Henri Maxence Bertrand de Grimaldi. El Príncipe había comenzado su reinado con su hermana conspirando para destronarle y con graves problemas económicos: el Casino y la Sociedad de Baños del Mar estaban en quiebra técnica. A ello se agregaba un sin fin de escándalos como la quiebra de la banca monegasca y el descubrimiento de una serie de sobornos que implicaban al príncipe.
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