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Verdi canta la tragedia escocesa
Por Juan Antonio Muñoz H.

Litografía de C. Kreutzberger que ilustra la escena de sonambulismo de Lady Macbeth
Terroríficamente, con invocaciones a las fuerzas del mal y mucha niebla y sangre, comienza ‘‘Macbeth’’, de Shakespeare. El dramaturgo puso en escena acontecimientos y leyendas de la Escocia del siglo XI, registrados en las ‘‘Crónicas’’ de Ralph Holinshead, y los adaptó a su voluntad.

El Macbeth verdadero reinó desde 1040 a 1057, después de haber asesinado a su primo Duncan I. El de Shakespeare (aprox. 1606), narra la historia de un general exitoso que después de las predicciones de unas brujas llega a ser rey, por medio de la traición y el crimen. Colaboradora imprescindible, la esposa, Lady M, veneno hecho mujer.

La obra dramática describe la pasión del poder con una belleza pavorosa y pone al ser humano en litigio con su naturaleza: así es Macbeth, ‘‘el asesino del sueño’’, porque mientras dormía dio muerte a Duncan.

Unos siglos después, Giuseppe Verdi se interesó en esta trama de violencia y angustia psicológica. El libreto es obra de Francesco María Piave, fiel colaborador del músico, y el estreno tuvo lugar el 14 de marzo de 1847, en el pequeño Teatro La Pérgola, de Florencia.

Al momento de estrenarse ‘‘Macbeth’’, Verdi tenía 33 años.

El demonio dominante


Lo que primero encendió la imaginación de Shakespeare fueron las profecías de ‘‘las tres mujeres de apariencia extraña y salvaje, como criaturas venidas de un mundo más antiguo’’.

Las brujas que impresionaron tanto al escritor también lo hicieron con Verdi, quien optó por un coro de hechiceras. Los críticos han comentado luego que su mirada no fue lo suficientemente tétrica y que la escena de entrada más parece un baile de máscaras; las brujas de Verdi pueden resultar divertidas y raras, pero no son pavorosas ni implacables, como las de Shakespeare.

Giuseppe Verdi

Si en la ‘‘tragedia escocesa’’ es Lady Macbeth el motor tras los actos, Verdi hace que esto sea absolutamente radical y la convierte en la gran protagonista de su ópera, concentrando la acción sobre sus escenas y creando la mejor música de su ópera para ella.

Así lo hizo saber Verdi en una carta de 1846 dirigida a Piave:

‘‘El personaje importante, el demonio dominante, es Lady Macbeth; y aunque Macbeth tenga que distinguirse enormemente como actor, es, sin embargo, lo repito, Lady Macbeth quien vigila todo’’.

Verdi no quiso que este personaje fuera interpretado por una cantante de voz hermosa. Quería para él una voz seca, ahogada, desagradable incluso. En esta elección encontramos un cambio en la producción lírica italiana del siglo XIX, hasta el momento basada en la obtención de voces bellas, de bello canto. Con Lady Macbeth, Verdi se aparta de tales exigencias y da un paso adelante en la aplicación del canto a objetivos puramente dramáticos.

El músico también fue muy claro en qué es lo que quería para el personaje de Macbeth, que no por nada lleva el título de la ópera y que es el único que se interroga conscientemente acerca de la tragedia que implica obtener el poder.
Así escribió el 19 de agosto de 1846:

‘‘El tiempo apremia y es absolutamente necesario que tomemos una decisión; nos quedan los meses justos. Y bien, si tú ya has dispuesto y concluido el contrato con Fraschini, es la mejor solución, pero si no es así, piensa en Felice Varesi. Él es actualmente el único artista en Italia que puede endosar el rol tal como yo lo concibo, tanto en razón a su modo de cantar y su sensibilidad como en razón a su garbo. Ningún otro, incluso entre los que son mejores que él, podría interpretar este rol como a mí me gustaría, y esto sin querer restarle mérito a nadie’’.

El 4 de septiembre volvió a escribirle a Piave:

‘‘He aquí el primer esbozo de ‹‹Macbeth››. Esta tragedia de Shakespeare ¡es una de las grandes creaciones del hombre! Si no llegamos a hacer una obra grandiosa, tratemos al menos de hacer alguna cosa que salga de lo común. El proyecto es claro: simple, breve y no conformista. Te recomiendo por lo tanto escribir versos cortos; mientras más cortos sean, más efecto producirán. Recuerda bien que en tus versos no debe figurar ninguna palabra inútil: todo debe decir alguna cosa, y es preciso que adoptes un estilo sublime, excepto en los coros de las hechiceras: ellas deben ser burdas, pero siempre raras y originales’’.

‘‘Te ruego que no descuides mi ‹‹Macbeth››; te lo pido de rodillas, preocúpate de él como de mi salud, que es excelente por el momento, pero que bien podría deteriorarse si me das preocupaciones... ¡Tienes que ser conciso y sublime!’’.

Al servicio del poeta

Vestuario para la ópera Macbeth

Durante los preparativos, las relaciones entre Verdi y Piave sufrieron un poco. Un día de octubre de 1846, Verdi le escribió a su libretista:

‘‘Cuida que todo esté bien unido, y que no haya, como es habitual, ideas confusas. Hazlo rápido si no quieres que me enoje’’.

Y más tarde, en diciembre del mismo año:

‘‘En lo sucesivo, Señor Poeta, ya no nos permitiremos más estar en desacuerdo con usted: sí, sí, tiene razón, siempre, siempre...’’.

‘‘Aunque nada me agrada en este coro de hechiceras, me he reído, sin embargo, leyendo el encabezamiento de la escena... hechiceras con traje de ceremonia... ¿Las hechiceras con traje de ceremonia?... ¿Es ésa la intención de Shakespeare?...’’.

Lo que más preocupó a Verdi durante el tiempo de ensayos fue su protagonista femenina. Primero se pensó en la soprano Sophia Loewe, pero luego la comisionada para el debut fue Marianna Barbieri-Nini:

‘‘Usted cantará en mi nueva ópera que se estrenará en Florencia. Sé que es una gran oportunidad para mí, y le envío algunos fragmentos a propósito de los cuales me permitiré hacer algunas observaciones’’.

‘‘Primero que todo, el carácter del rol es resuelto, orgulloso, extremadamente dramático. El tema se obtuvo de una de las más grandes tragedias de las que el teatro puede enorgullecerse, y por mi parte, he tratado de extraer, lo más fielmente posible, todas las situaciones dramáticas para ponerlas bien en verso, darles una textura nueva y componer una música que esté relacionada en la forma más estrecha posible con el texto y las situaciones. Deseo que los artistas comprendan bien mi idea; en suma, que sirvan mejor al poeta que al compositor’’.

‘‘...Ah, y tenga mucho cuidado con las palabras: ...qui... qui... la notte? (escena de entrada de Lady Macbeth). Estas palabras revisten un significado importantísimo; en resumen, deberían suscitar aplausos. Observe bien que el final del primer acto se canta casi totalmente sin ningún acompañamiento. Eso requiere gran seguridad...’’

‘‘Encontrará adjunto el final del segundo acto, en el cual tiene un brindis. Es inútil decirle que éste se deberá cantar en un tono ligero y con brillo. Ya no recuerdo bien si usted hace fácilmente los trinos: puse uno, pero si es necesario, se puede suprimir en el camino’’.

Más tarde, en una carta a Felice Varesi, Verdi vuelve a insistir:

‘‘Te envío ahora un duettino, un duetto grande y un final. No dejaré de recomendarte que estudies bien las situaciones dramáticas y las palabras; la música vendrá por sí sola’’.

‘‘En resumen, preferiría que sirvas mejor al poeta que al compositor. Te pido que pongas atención en las frases: La vita!... che importa! E il racconto d'un povero idiota’’.

‘‘Macbeth’’ de Verdi fue recibido con reparos y el compositor se resolvió más tarde a hacer algunos cambios. Tras la representación florentina, en 1855 fue repuesta en San Petersburgo con el título de "Sivardo el sajón". Luego fue revisada por Verdi y por el traductor y poeta Andrea Maffei, y así se estrenó en París en 1865 (esta es la versión que usualmente se monta). También hubo comentarios desfavorables. Ninguno molestó tanto a Verdi como el de un diario que lo acusó de no conocer bien a Shakespeare:

‘‘Puede ser que no lo haya interpretado bien, pero de ahí a decir que no conozco, que no entiendo y que no siento a Shakespeare, ¡no, por Dios, no! Es uno de mis poetas predilectos. Lo he tenido entre mis manos desde mi primera juventud, y lo leo y releo siempre’’.

Marianna Barbieri-Nini recordó así alguna sesión de ensayos:

‘‘Verdi era un tirano en esos días y había que obedecerle. En algún minuto pensé que Varesi lo mataría. Ensayamos el famoso dúo del primer acto cientos de veces. La última, poco antes de subir a escena para la primera función, con todo el público reclamando porque no comenzaba el espectáculo’’.

Verdi:

‘‘A pesar de que no fue un éxito rotundo de crítica, el público aclamó mi ‹‹Macbeth››’’.

Los especialistas han dicho que Shakespeare creó en ‘‘Macbeth‘‘ su tragedia más siniestra. Algunos creen que la obra decae hacia el final, con un repunte en la escena del sonambulismo de Lady Macbeth. Algo de eso también se dice de la obra de Verdi, acentuando las críticas para el tratamiento de las brujas, el ballet del tercer acto y la escena patriótica que no podía faltar en una ópera italiana. También se señala que la escena del sonambulismo de Lady Macbeth es el momento de mayor lucidez musical y dramática de Verdi.

Marianna Barbieri-Nini recordó así su estado y el del maestro después de ese momento, que es considerado la cima de las escenas de locura del siglo XIX. Lady Macbeth, atormentada, ha perdido la razón y se pasea sonámbula, tratando de lavar de sus manos la sangre derramada, algo que no consiguen ni todos los perfumes de Oriente.

Marianna:

‘‘Aún no se había apagado la tormenta de aplausos y yo estaba de pie en mi camarín, temblorosa, agotada. De pronto se abrió la puerta y Verdi apareció ante mí. Gesticulaba y movía los brazos como si quisiera pronunciar un discurso, pero no podía. Yo lloraba, reía, y tampoco podía decir nada. Pero vi que él tenía los ojos enrojecidos. Me apretó con fuerza la mano y salió’’ .


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