Entrevistas
Testimonios

Peter Jahn, historiador:

"El nacionalsocialismo es parte de nuestro pasado, querámoslo o no"

Ernst Cramer, judío alemán

"Pensé que ni en 100 años iba a ser posible reconstruir Alemania"

Hannelore Lubach, alemana

"No había tiempo ni para pensar"

Horst Pillau, dramaturgo alemán

"Intentábamos vivir el caos lo más normal posible"

"Pensé que ni en 100 años iba a ser posible reconstruir Alemania"

Ernst Cramer no fue sólo un judío alemán deportado a un campo de concentración, sino que también un soldado americano que volvió a su país natal para ser parte de la liberación de éste del Régimen Nazi. A los 60 años del fin de la Segunda Guerra Mundial cuenta a Emol como empezó su particular historia y cómo vivió los días antes y después del 8 de mayo de 1945.

Por Ilona Goyeneche, desde Alemania

Ernst Cramer, periodista.

"En el año 1938 tenía 24 años y estaba haciendo una práctica en agronomía cuando, el 11 de noviembre, me deportaron a mí y otros compañeros al campo de concentración Buchenwald. Que tu vida dependa de un día para la otro de alguien, era una experciencia absolutamente nueva y que nadie se esperaba. En esos días lo que se buscaba era hacerles la vida lo más desagradable posible a los judíos para que estos emigraran del país.

"Fuimos llevados a Weimar en un tren especial. Ahí unos guardias uniformados nos bajaron a la fuerza, golpeándonos y con unos gritos horrendos del vagón, para llevarnos a través de un paso nivel al campo.

"Ahí fuimos repartidos entre cinco barracas recién construidas y a través de las cuales soplaba el viento. No tenían ni ventanas ni puertas y sólo un pasillo, y en cada una de ellas se metieron dol mil personas. Con tablas de madera se habían construido camarotes de cinco pisos a una distancia de 60 cm cada uno y los acuales sólo se podía entrar arastrándose.

"No habían mantas, ni lavaderos...las letrinas aún no estaban terminadas. A nadie se le daba agua potable. Algunos se volvieron locos durante la primera noche. Recuerdo el lugar donde se les golpeaba a los deportados. Aun veo ahorcado a uno de los prisioneros... los golpes con una tabla de madera sobre mi cabeza rapada que me propiciaba un oficial de la SS.*

Peter Jahn, historiador:

"El nacionalsocialismo es parte de nuestro pasado, querámoslo o no"

Ernst Cramer, judío alemán

"Pensé que ni en 100 años iba a ser posible reconstruir Alemania"

Hannelore Lubach, alemana

"No había tiempo ni para pensar"

Horst Pillau, dramaturgo alemán

"Intentábamos vivir el caos lo más normal posible"

"Me liberaron después de 6 semanas con la condición de que iba a abandonar el país en menos de medio año. De hecho fui uno de los últimos judíos que logró abandonar el país. Me despedí de mi familia y partí a Estados Undios donde me radiqué en el estado de Mississippi y comencé a estudiar agronomía. Esto, hasta que los japoneses atacaron Pearl Harbour y los alemanes le declararon la guerra a Estados Unidos el '41 y me dije: "en verdad ésta es mi guerra por lo que no puedo seguir estudiando y escribir trabajos sobre plantación y cosecha de trigo y maíz, mientras los americanos caen en combate por mi, como decía en ese entonces, 'antiguo país natal'.

"Entré así como voluntario a la fuerza militar en enero de 1942. En 1944 fui trasladado primero a Inglaterra, después a Francia, Luxemburgo hasta llegar finalmente el '45 a Alemania".

La vuelta al país natal

"En el Ejército fui parte de la sección llamadas 'Tácticas psicológicas de guerra' (Psychological Warfare) del tercer regimento. Este grupo eran los que hablaban alemán y por eso los encargados de dialogar, a través de altoparlantes, con el enemigo en la frontera. Decíamos cosas como que era absolutamente inútil seguir combatiendo o que las personas que estaban con nosotros, los americanos, estaban viviendo en condiciones mucho mejores que ellos, o les decíamos a los soldados que se querían rendir cómo podían cruzar la frontera sin arriesgar a que los mataran. Pero eso casi nunca fue el caso.

"Todo esto ocurría principalmente en la orilla de los ríos Saar o Mosel donde por un lado nos encontrábamos nosotros, los americanos, y por el otro los alemanes. Muchas veces podíamos vernos los unos a los otros. Ahí tratábamos de conversar con ellos pero, más que palabras, eran disparos los que cruzaban el río.

"Negar que en esos momentos no se tuvo miedo sería una franca mentira. Si tienes el enemigo ahí mismo, disparándote, llegabas a mearte los pantalones. A mí menos mal no me pasó, pero sí a algunos compañeros. Aunque también andaba con mi arma, prácticamente nunca la ocupé porque bueno, mi tarea era eso, tratar de dialogar. Por eso cuando se daban los combates realmente fuertes nuestro grupo nunca fue mandado a la frontera. En esos momentos lamentablemente ya no servía la palabra.

Peter Jahn, historiador:

"El nacionalsocialismo es parte de nuestro pasado, querámoslo o no"

Ernst Cramer, judío alemán

"Pensé que ni en 100 años iba a ser posible reconstruir Alemania"

Hannelore Lubach, alemana

"No había tiempo ni para pensar"

Horst Pillau, dramaturgo alemán

"Intentábamos vivir el caos lo más normal posible"

"Íbamos cada tres o cuatro días a la frontera y los otros interrogábamos a los soldados prisioneros o escribíamos una suerte de periódico-volante que repartíamos vía aérea en territorio enemigo. Estos volantes tuvieron un efecto muy positivo. Contenían por un lado información dirigida a los civiles que hablaba de la vida de los que no estaban del lado de los alemanes, como también entregaba información sobre los avances de la guerra.

"Estábamos muy bien informados a través de nuestras propias tropas que nos mandaban información desde las diferentes fronteras, información mayoritariamente desfavorable para los alemanes. Lo tuvimos muy fácil. Lo que publicábamos ya era creíble por el simple hecho de que a los alemanes no se les informaba de toda la verdad. No hay que olvidar que desde más o menos 1935 ya no había diarios objetivos en Alemania y sólo se podía leer prensa nazi que siempre mezclaba propaganda en sus noticias.

"Las interrogaciones a los soldados alemanes prisioneros, de las que estábamos encargadas mi grupo, eran para adquirir más información para nuestro trabajo. La idea era estar al tanto de los movimientos y planes de las tropas enemigas, los cargos y nombre de los altos mandos de su pelotón, el ambiente dentro de sus tropas, en fin, información detallada de ellos que decíamos por altoparlantes o escribíamos en los volantes y que causaban preocupación en los alemanes porque se daban cuenta lo bien informados que estábamos.

"Para eso todo servía. Por ejemplo, el tema de la comida. Cuando ví lo entusiasmados que estaban de la comida los civiles y soldados que habían pasado a nuestro lado, se me ocurrió grabar esto en un vinilo para que los alemanes se dieran centa que en el momento que se entregaban iba a comer mucho mejor, algo muy atractivo a esas alturas porque conseguirse comida y más encima decente era muy difícil. En el fondo generábamos inseguridades y sembrábamos dudas en las tropas enemigas, y eso acelera su hundimiento.

"Durante las interrogaciones recibí mucho feedback de la acción de volantes. Los soldados me contaron que nunca se les entregaba toda la información de lo que estaba pasando y que por eso estaban agradecidos de lo que nosotros mandábamos. Contaban que estaba absolutamente prohibido recoger estos volantes que tirábamos pero que igual lo hacían a escondidas e incluso los repartían entre ellos. Fue una de las cosas más positivas que hicimos y que lo más probable, aunque nunca se podrá confirmar, les salvó la vida a muchos. Esto simplemente porque la mayoría de los que se entregaron sobrevivieron en prisión. Por el contrario los que siguieron combatiendo tenían prácticamente la muerte asegurada".

Peter Jahn, historiador:

"El nacionalsocialismo es parte de nuestro pasado, querámoslo o no"

Ernst Cramer, judío alemán

"Pensé que ni en 100 años iba a ser posible reconstruir Alemania"

Hannelore Lubach, alemana

"No había tiempo ni para pensar"

Horst Pillau, dramaturgo alemán

"Intentábamos vivir el caos lo más normal posible"

La visita a Buchenwald como soldado americano

"Al campo de concentración Buchenwald fui dos días después de su liberación, el 13 de abril del 1945.

"No avanzábamos muy de prisa. Razón para ello fue principalmente la cantidad de hoyos en la calle producto tanto del contínuo tránsito de las tropas, primero alemanas, y después aliadas, como también de los bombardeos. En la berma estaba tirados tanques y camiones baleados y quemándose. Varias veces tuvimos que dejar pasar camiones que transportaban soldados, vehículos de combate y municiones a la frontera. También nos cruzamos varias veces con ambulancias que llevaban heridos a los campamentos.*

"Los prisioneros en el campo de concentración estaban en un estado que uno no se puede ni imaginar. Lo que vi ahí fue muchísimo peor que todo lo que yo había vivido en mi estadía de 6 semanas. La cantidad de muertos que había, algunos apenas podían caminar, menos huir, otros no se podían ni mover porque eran puro hueso y piel, muchos se desmayaban o ni si quiera pudieron sobrevivir, por lo débiles que estaban.

"Después de esa visita decidí que me iba a quedar en Alemania. Mi idea inicialmente era volver a Estados Unidos para terminar mi carrera, pero quise quedarme para ayudar a reconstruir el país. Eso sí, no me quedé en mi ciudad natal. No estaba preparado emocionalmente. Hubiera sido muy fuerte y la verdad es que no sabía cómo iba a reaccionar en el momento de encontrame con alguno de los que nos trataron tan mal".

El día de la capitulación alemana

"Justo ese día estaba en Augsburg, mi pueblo natal. En esa ocasión un oficial me preguntó si me sentía en casa. Pero eso no fue para nada el caso. Además estaba más preocupado de encontrar algún rastro de mis padres y hermano menor (mi otra hermana también emigró a EE.UU.) que habían sido deportados tres años antes y de los cuales no había vuelto a saber. En ese momento seguía esperanzado de que los iba a encontrar vivos en algún lugar. Pero no fue el caso. Ni siquiera supe si fueron asesinados o no. Sólo sé que nunca más volvieron de la deportación.

"Cuando llegué a mi pueblo natal lo encontré en un estado terrible. Los edificios más importantes estaban destruidos, la municipalidad, las iglesias, las casas, todo estaba en el suelo. Y eso que Augsburg no era una de las ciudades más bombardeadas como, por ejemplo, Dresden, Nürenberg o Berlín, que visité en junio de 1945. Ésta última ya se encontraba dividida en las cuatro zonas (que delimitaron los Aliados). Los trabajos de limpieza, orden y reconstrucción estaban en plena faena, pero en todos los lados, especialmente en el centro, seguía habiendo cerros y cerros de escombros. De hecho cuando hice este viaje por Alemania después de la capitulación, y pasé por ciudades como Colonia, que estaba totalmente destruida, o Nürenberg, que aún estaba quemándose, pensé que ni en 100 años iba a ser posible reconstruir Alemania.

"Si ahora me pregunto: ¿Tuve en algún momento sentimientos de venganza? No. Tampoco sentía satisfacción al ver todas las ciudades destruidas. Lo que sí, llegué a sentir franco desprecio por las personas que realmente se portaron mal. Han pasado 60 años de la guerra pero hay ciertas cosas que nunca se superarán. Creo que nuca hubo una "hora cero", es más, creo que aún nada ha terminado y que tampoco hay un punto final. Es que no debe haber un punto final".

* (Ernst Cramer, "Rückkehr in die Hölle" publicado en el diario "Die Welt" el 11.04.2005)