De la más fragante Rosa
nació la Abeja más bella,
a quien el limpio rocío
dio purísima materia.
Nace, pues, y apenas nace,
cuando en la misma moneda,
lo que en perlas recibió,
empieza a pagarlo en perlas.
Que llore el alba, no es mucho,
que es costumbre en su belleza;
mas ¿quién hay que no se admire
de que el Sol lágrimas vierta?
Si es por fecundar la Rosa
es ociosa diligenica,
pues, no es menester rocío
después de nacer la Abeja;
y más, cuando en la clausura
de su virginal pureza,
ni antecedente haber pudo,
ni pudo haber que suceda.
¿Pues, a qué fin es el llanto
que dulcemente le riega?
Quien puede dar más Fruto,
¿qué importa que estéril sea?