Que hoy bajó Dios a la tierra
es cierto, pero más cierto
es que, bajando a María,
bajó Dios a mejor cielo.
Por obediencia del Padre
se vistió de carne el Verbo;
mas, tal, que le pudo hacer
comodidad el precepto.
Conveniencia fue de todos
este divino Misterio;
pues el hombre, de fortuna,
y Dios mejoró de asiento.
Su sangre le dio a María
a logro; porque a su tiempo,
la que recibe encarnado,
restituye redimiendo.
si ya no es que, para hacer
la redención, se avinieron,
dando moneda la Madre
y poniendo el Hijo el sello.
Un Arcángel a pedir
bajó su consentimiento
guardándole, en ser rogada,
de Reina los privilegios.
¡Oh grandeza de María,
que cuando usa el Padre Eterno
de dominio con su Hijo
use con ella de ruego!
A estrecha cárcel reduce
de su grandeza lo Inmenso
y en breve morada cabe
Quién cabe sólo en Sí mesmo.