La gruta de la Natividad, convertida ya en lugar de culto por los primeros cristianos, escapó a la destrucción de Tito en el año 70, pero fue sepultada en el año 135 por órdenes del emperador Adriano, quien al igual que en el Santo Sepulcro y el Calvario en Jerusalén, erigió sitios de veneración para los dioses paganos. Las excavaciones realizadas por orden de santa Helena, la madre de Constantino, permitieron un nuevo acceso a la gruta (324). Tras el encuentro del Emperador con Macario, Obispo de Jerusalén en el Concilio de Nicea (325), se destinan los fondos necesarios para construir sobre la gruta de la natividad, una magnífica basílica de cinco naves, revestida de espléndidos mosaicos (326 y 333).

La basílica constantiniana, a cinco naves, estaba dividida por cuatro filas de columnas monolíticas, tenía un amplio atrio externo, formado por un cuadripórtico columnado. El piso de toda la basílica era en mosaico. Al fondo de la nave central, más larga que las otras, surgía el presbiterio en forma octogonal. Al centro del octágono se levantaba sobre el altar un baldaquino circular de metales preciosos, y había un acceso para descender a la gruta. Egeria, la famosa peregrina del siglo IV, da testimonio del esplendor de la Basílica.

En el año 384 llegó San Jerónimo a Belén, y escogió como lugar de oración y penitencia una gruta vecina a la de la Natividad, en donde se dedicó a revisar las viejas traducciones de la Biblia, por encargo del Papa Dámaso, y como fruto de dicho trabajo produjo la versión latina llamada Vulgata, que por siglos fue el texto oficial de la Iglesia.

En el 386 llegó Santa Paula, noble romana quien dedicó su patrimonio a financiar la construcción de dos monasterios: uno para san Jerónimo y sus monjes y otro para ella, su hija y las compañeras que la habían seguido. En el año 402 murió Paula, y el cenobio fue confiado a su hija Eustoquia, quien falleció en el 417; ambas fueron sepultadas bajo la basílica de la Natividad, junto a la gruta del Señor. San Jerónimo murió en el 420 y paulatinamente, la vida monástica en Belén empezó su declive.

En el 529, como consecuencia de la rebelión de los samaritanos contra los bizantinos, la basílica fue incendiada y saqueada. En el 540 el emperador Justiniano la hizo restaurar y decorar. La mayor transformación se dio en el área que quedaba sobre la gruta, creando tres espaciosos ábsides en forma de cruz. El baldaquino fue sustituido por un presbiterio semicircular. Los accesos originales a la gruta fueron sustituidos por dos escalinatas laterales que son las actuales. La gruta fue recubierta de piedra y mármol. Pero fuera de esto, la estructura de la basílica no ha sufrido mayores transformaciones desde entonces, salvo algunos añadidos y refuerzos La actual basílica en sus líneas esenciales, es aquella de Constantino y Justiniano.

En el 614, los persas no la destruyeron, según cuenta la tradición, porque observaron el gran mosaico que Justiniano había hecho colocar sobre la fachada y que representaba la adoración de los Magos. Viéndose representados en la escena, decidieron conservar la edificación.

Tras la llegada de los musulmanes a Palestina en el 637, Belén se benefició de la política de tolerancia del Califa Omar, si bien las circunstancias fueron llevando a una disminución de la vida monástica y cristiana en el lugar. Posteriormente los musulmanes obtuvieron el derecho de utilizar la nave sur, transformándola en una pequeña mezquita, y por este motivo, la basílica escapó a la destrucción sistemática de los lugares cristianos realizada por el Califa Haquim en el 1009.

En la época de los cruzados, Belén fue el lugar de coronación del Rey Balduino I (1100), y luego, de Balduino II (1122). Un nuevo auge se dio con las numerosas peregrinaciones que llegaban de todas partes del mundo; la población fue reconstruida y protegida con muros fortificados; se fundaron nuevos monasterios y Belén, que hasta entonces era una parroquia de la diócesis patriarcal de Jerusalén, fue erigida como sede episcopal (1110).

Después de la derrota de los cruzados y la reconquista árabe, también Saladino respetó la basílica, pero los cristianos fueron objeto de represalias y los actos de culto, prohibidos. Sólo las insistentes intercesiones de los ingleses frente al Sultán permitieron una nueva autorización del culto latino, a condición del pago continuo de un tributo.

Al comenzar el siglo XIV, llegaron los franciscanos; en el 1333 se establecieron al lado de la basílica, ocupando el monasterio abandonado por los agustinos tras los cruzados y en el 1347 obtuvieron la posesión de la Gruta de la Natividad y de la Basílica. Desde entonces han tenido que afrontar numerosas dificultades y conflictos para preservar los derechos de los cristianos católicos. A los conflictos religiosos, se suman los conflictos políticos de la dolorosa historia de Belén, que tras la caída del imperio Turco, pasó a formar parte del Mandato Británico en 1922. Tras la constitución del Estado de Israel, Belén fue anexada al Reino hashemita de Jordania, junto con la ciudad vieja de Jerusalén. Desde la guerra de 1967, fue ocupada por los Israelíes hasta 1995, cuando pasó a la administración autónoma palestina, fugaz experiencia truncada por la sistemática ocupación militar que busca reprimir la segunda intifada.

En la actualidad, la basílica presenta un aspecto externo severo y asemeja a una fortaleza medieval. La fachada está encerrada entre los muros de tres monasterios (franciscano, griego-ortodoxo y armeno) y está llena de contrafuertes construidos como defensas en prevención de eventuales asaltos.

(Fuente: http://www.elcatolicismo.com.co)

 

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